Cristian Farinola

UN ESLABÓN PUEDE HACER LA DIFERENCIA

Corté cadena, pinché cámara y mi celular sin batería. Pero en el camino encontré gente con empatía, dispuestos a ayudar y llenas de historias. Tenía que hacer 22 km caminando de lado con mi bici. Nunca me había pasado. Ya había bicicleteado un tramo de 25 kilómetros de tierra con huellas de vaca y marcas de zanjas, esas que dejan los autos luego de las lluvias y hacen más intensa la rodada. Empezaba a sentir el rigor y sol del mediodía Zarateño. Llevaba 10 km caminando. Pensé en mi hermano Leo y mi sobrina Vicky que ayer hicieron 60 km a pie hacia la Basílica de Luján desde Liniers y eso me llenó de aliento.

“Te estaba esperando para ayudarte”, me dijo. “Gracias”, contesté con una sonrisa de alivio y esperanza. Se llamaba Luis Olmedo y tenía un tatuaje en el brazo con imágenes geométricas del genial Carl Sagan. Venía ruteando con su novia en auto desde Tilcara, Jujuy hacia Monte Grande, zona Sur del conurbano de Buenos Aires. Me ofreció agua, sacó del baúl del auto las herramientas y arregló el eslabón de la cadena con maestría. Comprendí la sencilla y vital importancia de un sólo eslabón de menos de dos centímetros para que todo gire. Y la cadena giró como el equilibrio del cosmos de su tatoo holístico.

“Después conseguís como inflar la llanta”, me dijo con seguridad y nos despedimos. Kilómetros más adelante, surgió de la nada y como el sol en el horizonte, el compresor de aire de un camionero cordobés que venía con su carga desde Santa María. “Seguí pedaleando, amigo”, dijo. Luego de pedalear unos kilómetros encontré inesperadamente a Sonia. Habían pasado un par de años de la última vez que nos vimos. Ahora propietaria de la parrilla “Don Juan”, un lindo parador sobre el Km 109 de la ruta 9, la misma carretera que te lleva de Buenos Aires a la frontera con Bolivia. Alguna vez la invité al programa radial “La Alfombra Mágica”, una FM de Lima llamada “Libre” en el 103.9 del dial. Me invitó al clásico y sabroso choripán argento bañado en un mágico chimichurri. Terminé satisfecho y seguí viaje.

Ahora era un santiagueño el que se había quedado con su auto. Estaba en la banquina y el capó abierto. Resultó ser de “La Banda”. “Falta poco amigo, en el Km 103 está la estación de servicio”, le marqué.
Llegué a la Gulf y ahí estaba el Sr. Smith y sus amigos festejando el triunfo de River 2-0 en la Bombonera. Hablamos y se ofrecieron llevarme. Fueron 11 km con su Toyota Hilux hasta mi esférico destino. Nos despedimos. Yo, agradecido infinitamente.

Soy testigo que hay gente de buena madera en el camino, que un eslabón humano puede hacer la diferencia y lograr que los 116 eslabones hagan que la cadena siga rodando con libertad para viajar, siempre con la mente fija hacia adelante, por el universo sin fin.