Por Dra. Luz Towns-Miranda* / La Red Hispana
Muchos padres y cuidadores tienen dificultad para dar malas noticias a los niños. Antes de darle una mala noticia a un menor, lo primero que debemos entender es en qué etapa de desarrollo se encuentra el menor y cuál es la mala noticia.
Otro factor clave a considerar, es el nivel de proximidad del niño o joven a las malas noticias. Por ejemplo, cuando ocurre una muerte en la familia, el menor lo sabrá porque procesará la pérdida físicamente. El niño o joven extrañará emocionalmente a alguien con quien tuvo contacto, diariamente o con menos frecuencia.
Los menores necesitan ser protegidos de las malas noticias, porque tienen dificultad separando los acontecimientos negativos de ellos mismos. Si las malas noticias no son cercanas a ellos, a menudo los niños podrían pensar que algo malo que sucede en el mundo, aunque pase lejos, también les podría pasar a ellos.
Los niños que no están en edad escolar no deben ser sometidos a malas noticias. Una vez que los niños llegan a la escuela, es probable que estén expuestos a malas noticias dependiendo del nivel de información que les transmitan otros niños y posiblemente el personal.
Si un niño de primer o segundo grado de escuela elemental se entera de que hubo un tiroteo en un colegio y que murieron niños, pensará que esto también podría pasar en su escuela. Como padres o cuidadores tenemos que encontrar una manera de explicarles que en el mundo ocurren cosas malas, y eso no significa que nos van a pasar a nosotros. Se le debe asegurar a los niños, de que los adultos están tomando las precauciones necesarias para que no ocurran estos eventos malos.
La administración escolar y los protocolos de seguridad por si solos podrían exponer a los niños a malas noticias. Por ejemplo, los menores podrían preguntarse a sí mismos y a los demás, sobre la necesidad de los simulacros de tiroteo mientras se realizan estos ejercicios de seguridad. Hay que darle a los niños el contexto adecuado para su edad y proximidad a los sucesos de seguridad, para que no desarrollen ansiedad y miedo de ir a la escuela por temor a que un tirador pudiera aparecer en su plantel. Algunos niños podrían incluso desarrollar ataques de pánico o fobia a la escuela.
Curiosamente, los ataques de pánico en los niños suelen suscitarse debido a la muerte de alguien cercano a ellos. La noción de mortalidad parece afectar profundamente a los menores, especialmente cuando la persona fallecida era alguien a quien realmente conocían.
Como padres o cuidadores debemos separar y explicar categóricamente las malas noticias. Por ejemplo, las malas noticias sobre el cambio climático y los acontecimientos nacionales negativos no entran en la misma categoría que la muerte real de alguien cercano.
Cuando mi hijo Lin Manuel tenía cuatro años de edad, su mejor amiga de la escuela se ahogó. Tuve que indicarle que su mejor amiga, a quien él veía todos los días en la escuela, murió y que nunca más volvería a verla. Estalló en llanto porque esa era una descripción clara de las consecuencias de la muerte de la pequeña. Sin embargo, entendió la mala noticia, lo que allanó el camino para él afrontar de manera saludable, aceptar y finalmente poder sanar del suceso negativo.
Muchos padres me preguntan si está bien que los niños acudan a un velatorio. Parte de la respuesta depende de cómo ocurrió la muerte. Tuve un caso en el cual un padre adoptivo se suicidó, y sus hijos tenían cinco y siete años de edad. Acudí con ellos a la funeraria y el más pequeño de los niños me dijo al ver a su padre adoptivo en el ataúd: “Parece que está durmiendo,” y yo le respondí, “sí”.
Dada la corta edad de ambos niños y la muerte no accidental (ni natural) de su padre adoptivo, les expliqué que “cuando alguien muere, parece que está durmiendo, pero nunca vuelve a despertar”. Como profesional, yo estaba ayudando a ambos niños a comprender que la situación era permanente – que la consecuencia directa de lo que ocurría era que no volverían a ver a su padre adoptivo. Este es otro ejemplo de cómo se pueden dar malas noticias de una forma adecuada, tomando en cuenta la edad y proximidad de los niños al suceso.
Dependiendo de las creencias religiosas de la familia, muy a menudo la gente les dice a los niños que el ser querido fallecido “se ha ido al cielo” y que “está en un lugar mejor”. Ese enfoque a menudo podría resultar confuso para los niños menores de siete años, porque para los niños más pequeños, el cielo suele ser un lugar físico. A menudo responden que ellos mismos “también quieren irse al cielo”. No entienden del todo que lo que dicen es que quisieran morir.
Ante la muerte de un familiar muy cercano, es importante vigilar de cerca a los menores. Las pérdidas podrían ser sentidas incluso por los bebés. Los adultos afligidos deben ser emocionalmente solidarios con los niños. Los adultos también sufren y el menor se quedaría solo con su pérdida, si los mayores no están disponibles como apoyo.
La organización National Child Traumatic Stress Network, www.nctsn.org, tiene excelentes recursos en español e inglés sobre cómo hablar con los niños sobre todas estas diferentes situaciones, e incluso cómo manejar el impacto de los principales eventos noticiosos mundiales en los niños. Estos eventos podrían incluir guerras, desastres naturales y pandemias. Cuando es probable que alguna mala noticia genere cierto grado de incertidumbre, los padres y cuidadores deben asegurarle a los niños que están haciendo todo lo que necesitan hacer ahora (en este preciso instante) para asegurar que todo estará bien. Los niños necesitan saber qué esperar, para así poder estar tranquilos.
*La Dra. Luz Towns-Miranda es psicóloga clínica, con práctica en la Ciudad de Nueva York.