Cristian Farinola
La poliomielitis, aunque conocida desde hace siglos, se convirtió en una amenaza global para la salud pública, principalmente durante las décadas de 1930 y 1950, con brotes a gran escala. Este virus devastador atacaba el sistema nervioso, causando parálisis parcial o total y, en muchos casos, la muerte. Aunque comúnmente denominada “parálisis infantil”, la poliomielitis también afectó a los adultos. Un ejemplo notable es el del presidente Franklin D. Roosevelt, quien contrajo el virus y quedó paralizado de la cintura a los pies. A pesar de su condición, Roosevelt no solo llegó a la presidencia de los Estados Unidos, sino que se convirtió en un ferviente defensor de la investigación para combatir esta enfermedad debilitante. La vacuna que finalmente liberó al mundo de esta amenaza llegó en 1955, gracias al trabajo del investigador, médico y virólogo Jonas Salk, un estadounidense procedente de una humilde familia de origen judío ruso. Salk fue el primero de su familia en asistir a una universidad y convertirse en un médico científico que ejercía su vocación en el Hospital Mount Sinaí, ubicado en el Upper East Side de Nueva York.
“Nadie puede patentar el sol”, declaró con orgullo Jonas Salk ante el público y la prensa. Este acto de altruismo permitió que millones de niños se salvaran y quedaran inmunes al voraz virus. Salk eligió el prestigio público, el beneficio universal y la gloria sobre el enriquecimiento personal, un gesto que ha sido celebrado como uno de los más generosos en la historia de la medicina.
¿Este acto de no patentar la vacuna estuvo influenciado por su condición de origen humilde? Salk sabía de dificultades económicas y limitaciones.
El descubrimiento de Jonas Edward Salk fue la tapa de todos los diarios del mundo. Pasó de ser un médico científico desconocido a un héroe nacional, logrando reconocimiento a nivel mundial.
Cada década presenta nuevos desafíos que la humanidad debe enfrentar y superar. Los logros en diversas esferas de la sociedad, como la tecnología, la cultura, la política, los medios de comunicación y la salud, permiten el crecimiento y la evolución hacia un mayor bienestar. Los años 50 fueron testigos de numerosos avances y descubrimientos: la aparición del televisor a color, el auge del cine, la apertura del primer restaurante de McDonald’s, la introducción de los cinturones de seguridad en los automóviles, el despertar del mundo Disney, el primer trasplante de riñón y la creación de la NASA con el objetivo de explorar y conquistar el espacio. Sin embargo, uno de los logros más importantes y reveladores para la humanidad fue la invención de la vacuna contra la poliomielitis y la categórica decisión de Salk de no patentarla, lo cual permitió una rápida distribución a nivel mundial, salvando vidas y previniendo la parálisis en millones de niños, demostrando su gran corazón y compromiso genuino con el bienestar público.
Salk fue una mente brillante y generosa que, como una antorcha, iluminó el camino de la benevolencia. Su descubrimiento fue revolucionario y regresó la esperanza a un mundo asolado por la enfermedad viral, la misma que había afectado al propio presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, quien contrajo el virus en 1921 tras nadar en un lago en New Brunswick, Canadá.
En 1921, Roosevelt cayó bajo las garras de la poliomielitis, que dejó paralizadas sus piernas de forma permanente. Dependía de una silla de ruedas y aparatos ortopédicos. Sin embargo, fue el presidente con más mandatos en la historia del país.
A pesar de su limitación física, Roosevelt no solo ganó la presidencia, sino que fue el único presidente que gobernó Estados Unidos durante cuatro mandatos, de 1933 a 1945. Y aunque siempre lo ocultó, gobernó a la nación más fuerte del planeta en una silla de ruedas. Durante su época y a pesar de su esfuerzo, no surgió una vacuna potente para combatir el virus.
Hubo que esperar hasta 1955, cuando se inició la primera campaña de vacunación contra la polio que beneficiaron a dos millones de niños. Su inventor repitió ante todos: “Nadie puede patentar el sol”, subrayando una vez más su compromiso con el bienestar del pueblo. Salk es una fuente de inspiración para las nuevas generaciones, dejó un legado y un poderoso mensaje: “Es posible vencer lo que parece imposible”. Salk lo demostró, y enriqueció a la humanidad.