Cristian Farinola
La aldea que pintó y llenó de gloria artística el argentino Benito Quinquela Martín fue el barrio porteño de La Boca. Pero fue mucho antes de tomar el pincel y la paleta que el artista sintió en sus venas aquel lugar poblado de chapas de zinc grises, gente trabajadora con diferentes acentos; en su mayoría italianos, pero también españoles, turcos, uruguayos, japoneses, yugoslavos, húngaros y del interior de la Argentina que llegaban para trabajar y ganarse la vida en aquel puerto fabril agitado por barcos añejos a principios del siglo XX. Aquella atmósfera multicultural de La Boca no solo deslumbró a Benito Quinquela Martín, sino que fue su espejo social y artístico hasta sus últimos días.
Quinquela Martín retrató su espacio cotidiano con talento y devoción, lo pintó de cuerpo y alma, transmitiendo emociones, recuerdos y vivencias con sus particulares matices y tonos de colores, los mismos que empoderaron al Riachuelo con sus barcos y trabajadores que descargaban de las embarcaciones carbón, ese mineral negro que no solo Quinquela alguna vez utilizó para garabatear sus primeros dibujos sino que el mismo supo descargar, llevar al hombro y vender el producto en la Vuelta de Rocha, lugar histórico que hoy es fiel testigo de la transformación del lugar y es visitado por millones de turistas de todo el mundo para disfrutar un recorrido por Caminito (creado por el pintor y un grupo de vecinos), visitar el Museo Benito Quinquela Martin, la Fundación Proa, la Usina del Arte, o caminar un poco más allá hasta llegar el estadio de Boca Juniors, conocido como “La Bombonera”. “El hombre en Buenos Aires nace y muere gris, yo le doy color”, decía el maestro.
Chimeneas. "Benito Quinquela Martín”
Quinquela no solo caminó las mismas calles empedradas donde hoy circulan turistas, sino que le añadió identidad propia al punto tal que el artista a menudo solía manifestar: “Soy el inventor de La Boca”.
En ese refugio y taller al aire libre que fue su barrio portuario, hoy se encuentra el Museo de Bellas Artes de La Boca, terreno donado por el artista en 1933 para la difusión del arte, el desarrollo cultural y educativo.
¿Cómo un niño abandonado y casi sin estudios académicos se convertiría con el tiempo en uno de los mayores exponentes de la pintura argentina?
Fue abandonado por sus progenitores, pero Dios lo entregó a los 7 años al cuidado de la familia Chinchela, propietaria de una modesta carbonería en los alrededores del puerto. El Todopoderoso también le proporcionó el don del arte, y ese talento lo multiplicó con creces y transformó en increíbles obras artísticas que se volvieron inmortales.
Fue el escultor francés René Rodin, el que despertó el interés artístico de un joven Benito Quinquela Martín, que a los 14 años tomó por primera vez el pincel, nutriéndose de los primeros conceptos en la escuela nocturna de arte de La Boca mientras trabajaba durante el día en el depósito de carbón de la familia. “Entre mis lecturas literarias de la época tropecé con un libro de arte, “El Arte” de Rodin. El descubrimiento de ese libro aclaró mis experiencias personales sobre la facilidad y la dificultad en el arte. Allí decía que “el arte es fácil”. Este concepto estético de Rodin cayó en terreno abonado y terminó por decidirme a tomar el camino más fácil. Lo fácil, para mí, era inspirarme en lo que me rodeaba”, señalaba maestro. Y ese lugar que lo rodeaba fue el puerto, La Boca y su gente.
Comenzó pintando barcos y observó que lo hacía con fluidez y alegría, ahí fue cuando Quinquela sintió que había encontrado lo suyo. No tuvo una educación formal en artes, fue autodidacta, aunque su único maestro fue Alfredo Lazzari, artista y docente formado en la Real Academia de Bellas Artes de Florencia, Italia.
A pleno sol. Óleo sobre tela. "Benito Quinquela Martín”
Poco a poco, a pura espátula, pincel a pincel, fue que construyendo su imagen. Expuso y vendió sus obras en New York, Tokio, Roma y París. Benito Quinquela Martín, el artista plástico, muralista, líder comunitario, conquistador de sueños, el más luminoso de los artistas autodidactas nos dejó en un verano de 1977. Su muerte fue tan colorida y singular como sus cuadros.
Los restos de Benito Quinquela Martín fueron enterrados en el cementerio de la Chacarita en un ataúd que fue construido por él mismo. “Quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa“, dijo. Sobre la madera del féretro estaba pintado una escena del puerto de La Boca, su lugar en el mundo.
Museo Benito Quinquela Martín, Av. Pedro de Mendoza 1835, Barrio de La Boca, a media cuadra de la calle Caminito, CABA, Argentina. www.rumbosur.org/mundoquinquela