Por Ma. Eugenia Méndez-Marconi
eugmend@gmail.com
Docente, Ayudante del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes
Universidad de la República, Uruguay.
El pasado 21 de marzo del corriente año, se inauguró la exposición “Tonos y Formas”, en el cuarto piso del Museo Torres-García; ubicado en la principal Peatonal de la Ciudad Vieja de Montevideo.
El Museo Torres-García, dependiente de la Fundación Torres-García, tuvo sus orígenes en 1955, y desde 1990 existe como tal en su actual sede de Peatonal Sarandí 683; siendo un Museo de referencia para poder contemplar la obra del Maestro Joaquín Torres-García.
Dicho Museo ofrece distintos Talleres donde se imparten clases de algunos oficios artísticos, entre los cuales se presenta el Taller de Pintura al Fresco orientado por el artista plástico Federico Méndez.
Este Taller tuvo su inicio en 2014, y desde entonces, se ha trabajado allí en diversos medios pictóricos, especializándose en pintura al fresco.
La técnica mencionada, que proviene de la antigüedad, ya era utilizada desde el año 2600 a.C. aproximadamente, en la IV dinastía del Antiguo Reino de Egipto. Asimismo, son conocidas las pinturas al fresco de los Minoicos, de los Pompeyanos, y de los Grandes Pintores Renacentistas, hasta llegar a los frescos Noucentistas de Torres-García en Cataluña –por nombrar algunos-.
El fresco consiste en colocar sobre el muro una capa de argamasa constituida –entre otros componentes- por cal; la cual será el soporte que fijará la pintura, y tendrá gran permanencia en el tiempo, siempre y cuando las circunstancias sean favorables.
El Taller de Pintura al Fresco, trabaja desde los referentes Constructivistas Torresgarcianos, tomando en consideración los elementos plásticos absolutos, como ser la geometría, la proporción, el tono, la forma, la síntesis y el Principio de Estructura, el cual determina la unidad de la obra.
Como lo señalara Torres-García:
Si me da una imagen fiel de lo que tiene ante sus ojos, me da una apariencia; pero si con ello realiza una estructura, ya no me dará una apariencia de aquello que él ve, sino una arquitectura de formas abstractas; es decir, un conjunto armónico en un plano estético, y, entonces, mi atención pasará a eso que es esencia, pues no es nada material, y la representación ya no me interesará. A él tampoco, puesto que ha concentrado su atención en realizar una estructura, y entonces tendrá que ser, forzosamente, objetivo; que es decir clásico. (Torres-García, 1952, p. 118)
Formas, planos de colores y líneas, se armonizan en la ortogonalidad del plano pictórico; donde reminiscencias de la realidad que fueron utilizadas como un pretexto para pintar, operan ahora como formas sígnicas y simbólicas, alejadas de lo percibido por los sentidos para entrar en un orden estético.
En la presente muestra, se exhiben un conjunto de más de 30 obras, individuales y colectivas, entre pinturas al fresco, óleos, collage y dibujos. Se presentan bodegones y paisajes, que tienen como punto de partida el estudio del natural –en su mayoría-; alejándose de lo imitativo y lo anecdótico, en una búsqueda de síntesis que manifieste al Hecho Plástico.
El Sr. Alejandro Díaz, Director del Museo Torres-García, señala en el texto de presentación de la muestra:
“[…] El trabajo en el Taller de Pintura al Fresco, […] se traza en acorde con breves preceptos, simples pero mantenidos a ultranza. La pedagogía del Taller, que no se distingue demasiado de la práctica del artista maduro, está signada por un proceso de estudio de la realidad visual que comienza con aprender a ver en términos de forma, relación y proporción. Es el viejo y siempre nuevo ejercicio de mirar, de medir y de dibujar para comprender y aprender a pensar de una forma visual, plástica, para luego abstraer; internalizar, quedarse con un sentido de la forma, de las tensiones y los acordes que ésta y aquella hacen resonar, entretejidas todas en un sistema de relaciones y proporciones.
El hecho de pintar preferentemente al fresco es una particularidad técnica que deviene en características formales y expresivas muy marcadas. […] Este grupo de trabajo hace un uso paradojal e irreverente de una técnica signada por monumentalidad; la han adaptado a la pintura de caballete, preparando pequeñas y medianas superficies en placas cementicias para pintar en el Museo y también al aire libre. Esto les da una paleta y una frescura muy propia y característica a las composiciones.
En el Taller de Pintura al Fresco se trasciende la relación docente-alumno para entrar en el ritmo de lo grupal y colectivo. […]” (p.4 y 5)
Como parte de la actividad del Taller, las composiciones colectivas resultan ser posibilidades y desafíos a ser trabajados en conjunto; allí surge lo espontaneo y el aprender mirando al otro –entre otras cosas-, permitiendo vislumbrar soluciones plásticas que provienen de la sinergia entre las intuiciones de cada uno.
Alejandro Díaz continúa su texto parafraseando a Federico Méndez:
“Alguien prepara la superficie, el revoque. No importa quién. Alguien hace los primeros trazos, la primera mancha de color. Todos miran el futuro cuadro, y cuando sienten que tienen algo que decir, que agregar a la obra, se animan y ponen lo suyo.” (p.5)
Dentro del Taller, los preparados realizados para la pintura al fresco, como en tradiciones anteriores, conllevan experimentar con las cantidades de los componentes materiales, para consolidar condiciones óptimas en el soporte, tanto para el momento de pintar, como para el resultado final apreciado cuando la pieza está seca; considerando que muchos de los colores cambian por efectos químicos con la cal, principal componente utilizado. Las obras al fresco exhibidas en esta exposición, presentan dos variantes en su composición: base de cal y arena o de cal y marmolina; y tienen como soporte placa cementicia.
Y continúa agregando Díaz:
“El perfecto acorde en ideas y en la práctica cotidiana les da a las obras colectivas una unidad sin excepción, que deja afuera la necesidad de protagonismo individual, en una realización dignísima y hermosa del ideal Torresgarciano de arte colectivo y anónimo.” (p.5)
La Arquitecta y Doctora en Historia del Arte Elena O´Neill, manifestó las siguientes líneas en su texto para la exposición:
“[…] más allá de materiales, técnicas y recursos utilizados, independientemente de traer al presente un saber antiguo, los trabajos resultan del ejercicio de encarnar un pensamiento plástico. Y en eso radica su actualidad: en vehiculares saberes muchas veces olvidados, otras veces dejados de lado en pro de una supuesta contemporaneidad. Porque los mecanismos del arte son otros: es propio del arte encontrar sus propios interlocutores y descartar razonamientos lineales y evolucionismos, aspectos que pertenecen al principio filosófico del logos; es propio de cada obra de arte construir su propia sombra histórica a partir del presente. Por ese motivo, no es una cuestión menor que, apelando a una práctica y a una gramática y signos plásticos propios, esta exposición nos invite a acercarnos a las obras, a traer a nuestro horizonte obras de otros tiempos y pensar sus semejanzas y diferencias, a ejercitar nuestra visión, a establecer un diálogo con el pensamiento plástico que estos trabajos encarnan.” (p.7)
Intentando alinearnos a la Gran Tradición de la Pintura y a su atemporal espíritu, es que tenemos fe en lo que hacemos, en continuar caminos heredados, en seguir firmes en ideales y conceptos del arte que han sido universales, en un “Ser y Hacer” congruentes; por lo mismo, trabajamos con Tonos y Formas, y así nos presentamos.
Expositores: María Casaravilla, Cecilia Pollio, Marcelo Teixeira, Pablo Andregnette, Jorge Blasig, y –quien suscribe- Ma. Eugenia Méndez.
Los invitamos a visitar la exposición.
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Textos extraídos de:
Museo Torres García. (2018). Tonos y Formas. Montevideo: Empresa Gráfica Mosca.
Torres García, J. (1952). La recuperación del objeto. (Lecciones sobre plástica). Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias / Impresora Uruguaya S.A.