Céfiro primaveral

La comunicación es una necesidad de los seres humanos.
La satisfacción de esa necesidad, un derecho.

Luis Ríos-Álvarez

Acostumbrado a participar en los movimientos estudiantiles durante mi etapa académica, al llegar a este país, me sorprendió en demasía la apatía de los estudiantes, y la juventud en general, para participar del sistema político en sus diferentes etapas.

Tal es el resultado que, llegado el momento de las elecciones nacionales para elegir presidente, el porcentaje de sufragantes es irrisorio comparado con el resto del mundo. Tomando como ejemplo la última votación donde fue elegido Donald Trump, solo necesitó el 29% de los votantes registrados que son tan solo el 60% de la población total, para acceder a la primera magistratura del país. Realmente, menos votos que su contrincante de turno, Hillary Clinton, pero ayudado por el sistema electoral vigente que no utiliza mayorías absolutas. Pero eso es harina de otro costal.

En el resto del planeta ninguno de los candidatos hubiera podido emerger ganador, por lo menos en primera vuelta. No se le puede achacar a los candidatos la inacción de la población más allá que quizás el sistema político no dé muestras de confianza a los votantes en una nación que, con todos sus defectos y virtudes, permite la expresión democrática.

Pero no hay pueblo en el mundo que no se haya rebelado contra la injusticia y siempre hay un disparador catalítico que enciende la llama de la rebeldía natural del ser humano y, por ende, contagia a su entorno, y, dependiendo de la honestidad de la causa, viralizándose exponencialmente resultando un movimiento dinámico que propulsa energía suficiente para lograr los objetivos deseados.

Esta vez no fue un hecho aislado. Por reiterado, fue la gota que rebasó la copa. Un tiroteo en un centro de estudios, algo que, lamentablemente, se ha vuelto cotidiano. Lo positivo es que la reacción por parte de los estudiantes de la escuela secundaria de Parkland, ciudad considerada como la más segura del estado de Florida, fue satisfactoriamente inesperada, encendiendo una luz de esperanza que motive a la juventud a participar de su futuro. Un céfiro primaveral que, quizás, se pueda convertir en un torbellino y no quede en agua de borrajas.

No se puede comparar con los disturbios en Washington, D.C., luego del asesinato de Martin Luther King, ni del episodio, en 1970, en la Universidad Estatal de Kent, cuando miembros de la Guardia Nacional de Ohio dispararon contra estudiantes desarmados que demostraban contra la guerra de Vietnam hiriendo de muerte a cuatro de ellos. Ambos casos, además de ser focalizados, provocaron violencia.

Completamente diferente el caso del movimiento encabezado por los estudiantes del Marjory Stoneman Douglas High Schoolque logró, pacíficamente, concientizar a cientos de miles de personas a lo largo y ancho de este país y fuera de fronteras logrando implantar ya, en algunos estados, la veda de compra de armas de asalto o, como mínimo, promover legislación en ese sentido.

Estos jóvenes participantes de las diferentes marchas cumplirán sus requisitos de elegibilidad para ejercer el sufragio en las próximas elecciones y ese es el arma más poderosa que posee el ciudadano.