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                   Cristian Farinola

Dicen que para algunas culturas los espejos son el reflejo de Dios, la oportunidad de reconocerse con nuestras virtudes y defectos. Pero el Todopoderoso no conoce de imperfecciones, sin embargo puede cambiar lo que necesita ser transformado. Solo hay que salir del piloto automático cuando nos miramos al espejo. Tomar conciencia al mirar hacia dentro y fuera de uno mismo. Y también más allá de nuestro horizonte. Es necesario a nivel humano un compromiso planetario genuino.

Todas las mañanas al mirarnos al espejo sabemos cómo se siente el cuerpo con sus huesos, articulaciones y sentidos de manera casi integral. Empezamos por algún punto físico o emocional y nos vamos escaneando. Algunas áreas necesitan ajustes, lo detectamos, lo sabemos, lo podemos sentir. Y si está fuera de nuestro alcance consultamos un especialista.

¿Sentimos y hacemos lo mismo por el planeta­? ­­

Mientras ensayamos el mejor peinado antes de salir al mundo y escuchamos de fondo esa canción que más nos gusta vamos pensando en alguna herramienta que nos ayude a mejorar lo que queremos cambiar. Esos kilos de más, dejar algún mal hábito, empezar natación o clases de meditación con cuencos de cuarzo. Queremos  manipular y crear una nueva realidad a nuestro favor. Pero también debemos incluir al otro y al todo. Si no, es egoísta. Los espejos no mienten. En la India lo utilizaban para contar el futuro, ver el pasado o buscar la verdad.

Si el planeta tierra todos los días se mirara en un super espejo universal suspendido en el espacio. ¿Cómo se vería?  ¿Cómo lo veríamos?  Podría ver su pasado cuando se iniciaba la Revolución Industrial en 1760 en el Reino de Gran Bretaña, ocasionando un proceso de transformación económica y social pero también el inicio de un deterioro ambiental interminable. Por entonces poco se sabía de lo que hoy conocemos como efecto invernadero y la emisión de gases a la atmósfera que producen el calentamiento global. Pero hace 50 años que los científicos vienen alertando sobre el cambio climático y su temible aceleramiento. 50 años ignorados. En la actualidad lo podemos vivir y sentir en todas las estaciones del año, con sequías prolongadas, lluvias interminables y todo tipo de movimientos sísmicos desbastadores y huracanes feroces, cada vez más intensos y frecuentes. La crisis climática ya es una realidad y será una nueva causa de desigualdad en todo el mundo, con nuevas migraciones motivadas por el clima, el hambre y la pobreza.  Y aunque los gobiernos están tomando medidas,  para muchos es un simple barniz mediático sin esmalte.

Así,la industria energética y los grupos de presión políticos, entre otros, siguen  sembrando la duda sobre el cambio climático. Y para eso construyeron un lobby de US$200 millones al año. Las últimas investigaciones estiman que cinco compañías petroleras y de gas más grandes del mundo dedican esa cantidad de dinero para controlar, retrasar o impedir el desarrollo de políticas climáticas de obligado cumplimiento en pleno siglo XXI.

Los espejos no mienten y la tierra tampoco. Al igual que Dios, la tierra sigue siendo paciente y bondadosa con nosotros. Como reza un pasaje bíblico en

1 Corintios 13:17: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo soporta, todo lo espera.”

¿Pero hasta cuándo? ¿Qué estamos esperando?