Cristian Farinola

Alrededor del año 600 a.C. una de las poetisas griegas más importantes de la antigüedad comenzó a cantarle a las rosas, convirtiendo a esta planta en la “reina de las flores”. Se llamaba Safo, y aunque poco se conoce de ella, fue la “décima musa de Platón”, se ganó un espacio de privilegio en el panteón de las celebridades griegas de la palabra y la inspiración, reconocimiento aún más decoroso si nace del gran filósofo griego, padre intelectual de la civilización occidental.

Los antiguos consagraban ésta sensual flor a las diosas de la belleza, la sensualidad y el amor. Afrodita en Grecia y Venus en Roma.

Los egipcios no se quedaron atrás, se sabe que Cleopatra se bañaba con pétalos de rosas para lograr relajarse, sanar y lucir una piel más suave y radiante.

Esa rosa que no miramos con atención o dejamos pasar desapercibidos cuando caminamos por el sendero de un jardín, posando esbelta en el rincón de un patio o como detalle decorativo exquisito en una ceremonia, es un símbolo milenario. Cada pétalo atesora en la profundidad de su fragancia cuentos, poesías y leyendas que se trasmitieron de generación en generación para convertir a esta flor en la más famosa, poderosa y atractiva del mundo.

No son las orquídeas, las begonias, ni los jacintos. Tampoco las camelias ni las margaritas. La flor eterna que conquistó cada rincón del planeta tierra, es la milenaria rosa y existen más de 30 mil variedades, en diferentes tonos y colores. Centenares de asociaciones de rosicultura enaltecen, divulgan y cultivan esta bella especie biológica en diferentes países. Su sede principal está en la ciudad americana de Luisiana. El lugar cuenta con un glorioso rosedal con 20 mil plantas y 400 variedades de rosas entre antiguas y modernas.

Esta flor también cautivó y es de gran interés en el polo científico ya que sus pétalos aterciopelados envuelven uno de los mayores enigmas. Está ubicado en la piel floral de la rosa. Cuando llueve las gotas quedan pegadas como un imán a su rugoso tejido, conocido como efecto pétalo rosa.

En la edad moderna la rosa continúa por el sendero seductor, parece no envejecer ni marchitarse con el tiempo. En cambio, se renueva y reinventa, como el amor.

En 1986 se convierte en el emblema floral nacional de los Estados Unidos. Fue por voto popular y el por entonces exactor y presidente del país de las 50 estrellas, Ronald Reagan, lo anunciaba en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca. “La rosa es un símbolo de vida, amor y devoción, de belleza y eternidad”, dijo durante la ceremonia.
Tanta es la demanda y necesidad de rosas que en el Día de San Valentín en EE.UU. se importan desde Ecuador y Colombia 460 millones de rosas.

Abanderada del amor, éxito comercial, inspiradora de juglares y poetisas, presidentes y ciudadanos del mundo, presente en las fechas importantes, lienzos de artistas, nacimientos, despedidas, aniversarios, en la salud y en la ciencia y hasta en la gastronomía, la rosa lidera por lejos el rubro de las flores de principio a fin. Sus pétalos pueden ser un viaje milenario que también incluyen a las celosas y filosas espinas.

– ¿Son un defecto las espinas de las rosas?
– ¿Señalan un mensaje de miedo, protección y traición?
– ¿Qué sería de la vida sin las espinas?

Cuentan las leyendas antiguas, que la gran poetisa Safo, al no ser correspondida por su amado se quitó la vida arrojándose desde un barranco al mar. Otras, en cambio, dicen que saltó al océano cretense para finalmente conquistar a su amado marinero como si fuera su posesión.

“Es una locura odiar a todas las rosas sólo porque una te pinchó. Es como renunciar a todos tus sueños sólo porque uno de ellos no se cumplió”, entiende el aviador francés en su prolífica novela poética “El Principito”

Esta hermosa y espinosa flor está entre nosotros hace milenios. Tal vez, al mirar con intención hacia sus pétalos y te dejes llevar por su encanto y conexión ancestral puedas conectar. Luego nada será igual.
Sumérgete en ella y recuerda que el amor es un sentimiento desinteresado. No compite. Es mágico e incondicional. No se explica ni entiende. Está ahí para ser registrado, como la belleza misma de una flor que posa y espera esbelta ser descubierta en el jardín.

“No lo entiendas, vívelo”, aconsejó El Principito.

Si lo puedes vivir con intensidad, seguro lo encuentras.

Está en vos y en todos.