Víctor CORCOBA HERRERO corcoba@telefonica.net
“Cohabitar armónicamente es nuestra dimensión satisfactoria. Esto nos estimula a cultivar la práctica comunitaria de atendernos y entendernos entre sí, de ser uno para todos y todos para uno. Nuestra pasión es la morada, el hogar que hemos formado corazón a corazón. Romper las raíces sería como dejar un cuerpo sin alma, un pulso sin poesía, un nido sin nada”
Lo importante radica en reconocerse en el camino, en comprobar la veracidad de nuestros andares, que no deben reducirse únicamente a lo material; puesto que requerimos también de otras necesidades anímicas que están ahí, y que nos sirven para encauzar nuestro estado de ánimo vitalista. Continuamente tenemos que reponernos para retroalimentarnos de ese calor de parentela necesario, al menos para darnos dulzura de aliento y secarnos las lágrimas; aparte de aportar los nutrientes alimenticios para el estómago y su complejo organismo. Desde luego, este tránsito existencial que nos demanda en su peregrinación, caminar reconciliados en la diversidad, no es fácil para nadie; sobre todo para aquellos que suelen llamar por su nombre al bien y al mal.
Activar una recta conciencia en un mundo de intereses mezquinos, nos lleva a renunciar a este sentido corporal de las cosas, que son las que verdaderamente nos vacían y nos vician de esclavitudes. La liberación de uno mismo es fundamental para quererse y donar adhesión. El vínculo sentimental vale más que el de la sangre, no lo olvidemos. En consecuencia, es crucial garantizar el acceso humanitario seguro y sin restricciones, por todos los lugares. Nunca es tarde para redescubrir el valor de la familia y ayudarle, con todos los medios posibles, para mejorar el propio ambiente. Cada niño que viene al mundo ha de ser acogido, desde su concepción, con ternura y gratitud; en un espacio hogareño donde se respire un clima sereno que favorezca lo armónico.
Ciertamente, los momentos vuelan, no corren. Otro año termina y empieza otro, con viva conciencia de la fugacidad del período. Quizás sea, por consiguiente, el instante precioso y preciso de tomar una actitud nueva. Ojalá que cada ser humano, pueda reavivar reencuentros olvidados, rehacer y renacerse cuando se baña en el silencio, practicar el corazón en comunión con sus análogos, reactivar el sueño de niño con el impulso de una renovada mística, reavivando lo que verdaderamente nos da fuerza para proseguir el camino. Precisamente, son estos días en los que se enternecen las entretelas, como si la eternidad divina viniera a visitar el tiempo mundano, la época que debe hacernos reflexionar sobre lo vivido y, de igual modo, sobre lo que nos queda por vivir.
Cohabitar armónicamente es nuestra dimensión satisfactoria. Esto nos estimula a cultivar la práctica comunitaria de atendernos y entendernos entre sí, de ser uno para todos y todos para uno. Nuestra pasión es la morada, el hogar que hemos formado corazón a corazón. Romper las raíces sería como dejar un cuerpo sin alma, un pulso sin poesía, un nido sin nada. Desde luego, nos urge restituir los vínculos familiares y restaurar esta institución fundamental enraizada en la misma naturaleza del ser humano. Cuando su figura se desdibuja, el egoísmo, la prepotencia y las pasiones inhumanas crecen y predominan, hasta que nos hunden en un calvario de desafectos persistentes y continuos.
Es público y notorio, que la humanidad se ha deshumanizado, porque la situación que nos circunda no parte de nuestras verdaderas entrañas, de la raíz del verbo único y del tronco indivisible. En cualquier caso, no hay que acostumbrarse a las cosas habituales, lo significativo es no dejarse de asombrar y de sorprender por las experiencias de cada jornada, reconociendo que la verdadera sabiduría se alcanza con la cátedra viviente, inspirada en la certeza absoluta de que lo único que precisamos es amor y vida. Al fin y al cabo, si rebusco en mis recuerdos para hacer balance de lo que ha valido la pena en este último año, siempre me hallo con aquellos motivos que me dieron consistencia humana y no me vertieron fortuna alguna. La placidez del órgano, no entiende de dinero, sino de sueños.
⇓English version⇓
TIME FOR HUMAN BALANCE
“Cohabiting harmoniously is our satisfactory dimension. This stimulates us to cultivate the community practice of caring for and understanding one another, of being one for all and all for one. Our passion is the dwelling, the home that we have formed heart to heart. Breaking the roots would be like leaving a body without a soul, a pulse without poetry, a nest without anything”
The important thing lies in recognizing ourselves along the way, in verifying the veracity of our walks, which should not be reduced only to the material; since we also require other emotional needs that are there, and that serve to channel our vitalistic mood. We continually have to recover ourselves to feed ourselves with that necessary warmth of kinship, at least to give us sweetness of encouragement and dry our tears; apart from providing food nutrients for the stomach and its complex body. Of course, this existential journey that demands of us on its pilgrimage, to walk reconciled in diversity, is not easy for anyone; especially for those who usually call good and evil by their name.
Activating a right conscience in a world of petty interests leads us to renounce this corporeal sense of things, which are what truly empty us and vitiate us with slavery. The liberation of oneself is essential to love oneself and give adhesion. The sentimental bond is worth more than that of blood, let’s not forget that. Consequently, it is crucial to ensure safe and unfettered humanitarian access everywhere. It is never too late to rediscover the value of the family and to help it, with all possible means, to improve its environment. Every child who comes into the world must be welcomed, from conception, with tenderness and gratitude; in a home space where you can breathe a serene climate that favors harmony.
Certainly, moments fly, they don’t run. Another year ends and another begins, with a keen awareness of the transience of the period. Perhaps, therefore, it is the precious and necessary moment to take a new attitude. May every human being be able to rekindle forgotten reunions, to rebuild and be reborn when bathed in silence, to practice the heart in communion with its analogues, to reactivate the child’s dream with the impulse of a renewed mysticism, reviving what truly gives us the strength to continue on the path. It is precisely these days in which the interlinings are softened, as if divine eternity came to visit worldly time, the time that should make us reflect on what we have lived and, in the same way, on what we have yet to live.
Cohabiting harmoniously is our satisfying dimension. This stimulates us to cultivate the community practice of caring for and understanding one another, of being one for all and all for one. Our passion is the dwelling, the home that we have formed heart to heart. Breaking the roots would be like leaving a body without a soul, a pulse without poetry, a nest without anything. Of course, we urgently need to restore family ties and restore this fundamental institution rooted in the very nature of the human being. When his figure is blurred, selfishness, arrogance and inhuman passions grow and predominate, until they plunge us into an ordeal of persistent and continuous disaffection.
It is public and notorious that humanity has become dehumanized, because the situation that surrounds us does not start from our true entrails, from the root of the single word and the indivisible trunk. In any case, we must not get used to the usual things, the important thing is not to cease to be amazed and surprised by the experiences of each day, recognizing that true wisdom is achieved with the living chair, inspired by the absolute certainty that the only thing we need is love and life. After all, if I search my memories to take stock of what has been worthwhile in this last year, I always find those reasons that gave me human consistency and did not pour any fortune into me. The placidity of the organ does not understand money, but dreams.
