Mónica Zlotogorski

No, este artículo no va a hablar de política, sino sobre la manera en la que pensamos como especie y por qué estamos tan divididos, sea cual sea el tema.

Es imposible cubrir este tema en un solo artículo, por lo que voy a ofrecer algunos conceptos fundamentales para explicar el tema de la manera más sencilla posible. Una de mis especialidades es la de analizar sesgos algorítmicos (“algorithmic biases”) en la creación de productos de software e inteligencia artificial.

Es completamente incorrecto definir el sesgo algorítmico como algo únicamente relacionado con: “ciertas poblaciones están subrepresentadas en los datos utilizados para entrenar algoritmos de IA o porque los prejuicios sociales preexistentes están incorporados en los datos mismos”

La realidad es que todos los seres humanos, todos, tienen opiniones sesgadas, no a veces, sino todo el tiempo, independientemente de quienes sean o de dónde vengan. Es lisa y llanamente la forma en la que piensan los seres humanos.
Es decir, el sesgo es una predisposición sistemática del ser humano a la hora de evaluar información y tomar decisiones.

Es por ello que existen personas como esta humilde servidora que se entrenan para hacerse conscientes de su propio sesgo y así poder reducirlo al mínimo para poder analizar los algoritmos y ofrecer correcciones con el menor nivel de sesgo posible. Lleva años de entrenamiento y no tiene nada que ver con poder o no, programar un algoritmo, es otra cosa. Pero, dejemos el software e inteligencia artificial de lado. Todos tenemos sesgos, pero no somos conscientes de ello. Creemos ser más racionales de lo que realmente somos.

En su libro, “You are not so smart” (“No eres tan inteligente”), el periodista David McRaney, quien cubre temas de ciencia, comienza diciendo lo siguiente (la traducción es mía):

• “PERCEPCION ERRÓNEA: Eres un ser racional y lógico que ve el mundo como realmente es.
• LA VERDAD: Estás tan engañado como el resto de nosotros, pero eso está bien, te mantiene cuerdo”

Sigamos… Como no podemos ser expertos en todo, lo que hacemos es “tercerizar” la adquisición de la información. En este proceso usamos lo que creemos ser expertos, lo que los convierte en supuesta autoridad. Por ejemplo, si lo dijo tal o cual periodista o un médico especialista o el profesor de la universidad, le creo, porque deposito en dicho individuo la confianza de que lo que me está diciendo “tiene que ser cierto”

El mismo autor dice:

• “PERCEPCION ERRÓNEA: Te preocupa más la validez de la información que la persona que la transmite.
• LA VERDAD: El estatus y las credenciales de una persona influyen en gran medida en tu percepción del mensaje de esa persona”

En su libro “You are now less dumb” (“Ahora eres menos tonto”), este autor dice que creemos que la vida se entiende a través de la contemplación racional, pero en realidad la entendemos a través de la narración. (digo yo, vivimos inmersos en un mundo de narrativas.)

Además, por el mismo autor, también creemos que cuanto mayor el consenso, más probable es que sea correcto. La realidad es que una creencia no tiene más probabilidades de ser exacta sólo porque muchas personas la compartan. Recordemos un tema sencillo, el concepto de que “la tierra es plana” fue en algún momento una creencia compartida, pero ello no la hizo más correcta… ¿cierto?

¿Por qué necesitamos alinearnos con un grupo de personas que siguen determinadas ideas, información y/o conceptos y las dogmatizamos como si fueran verdad? Supongo que a estas alturas del partido (artículo) está más que claro, pero lo digo de todas formas: Los dogmas no son solamente religiosos, y no seguimos necesariamente información o datos, sino narrativas. Sin saber, nos dejamos llevar (y hasta convencer). Pero, ¿por qué?

Sin entrar en demasiado detalle (con gusto lo podría elaborar en un futuro articulo), partes de la mente humana no han evolucionado con la misma rapidez con la que creemos y se mantienen bastante, digamos, prehistóricas. Para simplificar, si bien la sociedad ha, aparentemente, avanzado a nivel tecnológico, científico y demás (el uso de la palabra aparentemente es intencional), y no necesitamos de los otros con el mismo nivel de intensidad para nuestra supervivencia, nuestro lado primitivo sigue pensando en términos de tribus, lo que también nos ofrece una especie de protección de nuestro sentido del ser, de quienes somos y como nos definimos.

La autora Loretta Breunig, en su libro, “I, Mammal” (“Yo, mamífero), trae la siguiente cita al referirse a lo que significa el poder social para los animales (la traducción es mía): “Los animales buscan el dominio de la misma manera que los humanos buscan un colchón de seguridad para un día lluvioso. Si en el futuro escasea la comida, el mamífero que alcanzó el dominio obtendrá más…”

En una suerte de circulo vicioso maravilloso, volvemos de nuevo a lo que ya habíamos dicho, no pensamos racionalmente y no pensamos solos.

En su libro “The Knowledge Illusion” (“La ilusión del conocimiento”), los autores Steven Sloman y Philip Fernbach se refieren a la división de tareas y especialización que se requería para salir a la caza, donde para sobrevivir había que dividir tareas y tercerizar (mi traducción): “Ningún individuo podría hacer esto solo. Lo que hizo posible todo esto fue la división del trabajo cognitivo. Cada miembro de la comunidad dominaba una habilidad que contribuía a lograr los objetivos de la comunidad. El chamán dedicaba tiempo y energía a dominar el pastoreo de bisontes. Pero esto era posible solo porque otros miembros de la comunidad cumplían las otras funciones: manejar la lanza, matar a los animales, hacer fuego. Cuando se divide el trabajo cognitivo, se produce una ganancia explosiva en eficiencia y poder”

Si bien es cierto, esto también nos lleva al principio del artículo, confiamos en los expertos, como tuvimos que confiar en la tercerización de tareas en épocas muy anteriores para poder sobrevivir, y en aquel entonces era cuestión de vida o muerte. Esa parte del cerebro sigue funcionando (pensando y sintiendo) como si fuera todavía así.

El último concepto que quiero traer, para no hacer el artículo demasiado largo, es el de disonancia cognitiva, el que “hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Es decir, el término se refiere a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas, todo lo cual puede impactar sobre sus actitudes.” (Wikipedia, usando conceptos de la teoría de Leon Festinger)

En otras palabras, ¿qué pasa cuando entra a nuestra psiquis información que contradice nuestro sistema de ideas, opiniones, pensamientos, creencias y emociones? El individuo tiene que tomar medidas para reducir tal disonancia y los sentimientos de incomodidad que le surgen y generan. El cerebro resuelve dicha disonancia de tres maneras posibles:

Primero, agregar más creencias para contrarrestar la creencia disonante. Por ejemplo, una persona lee un artículo que dice que, la azúcar refinada es mala para la salud, por lo que se pone a buscar nueva información por internet que invalide la creencia de que el azúcar es del todo dañina para la salud.
Segundo, disminuir la importancia de la creencia que genera conflicto. Por ejemplo, una persona que trabaja en una oficina todo el día y consume un almuerzo poco saludable, intenta resolver su disonancia y la falta de comodidad que le genera diciéndose a sí misma que cuando llegue a su casa va a comer una cena mucho más saludable y que los fines de semana “se porta bien y come más sano”.
Tercero, cambiar de creencias. Obviamente, esta es la opción más difícil, particularmente cuando nos enfrentamos a valores y creencias de profundo arraigo, tales como las creencias políticas, de lo que es y no es ciencia (desde ya les digo, si la ciencia se vuelve dogma deja de ser ciencia), de lo que dice el médico, de lo que dice la religión, en definitiva, de lo que sea.

Es difícil de resolver disonancias cognitivas por todo lo antedicho. Por lo que la mayoría de las personas optan por evitar llegar a ese punto consumiendo solo aquello que no genere dicha tensión. Entonces, solo leen libros o revistas, miran canales de noticias o solo hablan con personas que confirmen su sesgo (los más dogmáticos siempre, por lo general la mayoría lo hace la mayor parte del tiempo)

¿Cómo se siente cuando nos enfrentamos a una disonancia cognitiva? Nos hierve la sangre, saltamos de la silla, nos enojamos, nos urge de inmediato salir a justificar que no es cierto, a pelearnos, discutir, cortamos relaciones, solo vemos lo que queremos ver, etcétera, etcétera.… ¿se reconocen en alguna de estas actitudes? Obviamente, no son las únicas, pero la tensión de la disonancia se siente y se reacciona… de inmediato.

¿Cómo avanzamos?

Ahora que sabemos lo que sabemos, la próxima vez que alguien nos diga algo o escuchemos alguna cosa que contradiga nuestro sesgo cognitivo, respiremos hondo, y preguntémonos, “¿es verdad?” y “¿qué pasaría si es verdad?”

¿Cómo entrenamos a la mente?

Leamos cosas que nos contradigan más a menudo, no miremos siempre el mismo canal de noticias (acuérdense de las narrativas) y busquemos información por nuestra cuenta en lugar de tercerizarla el cien por ciento del tiempo, hagamos los deberes antes de ir al médico o al dentista o al contador o al abogado. El internet tiene sus contras, pero también sus pros.

Cuanto más nos demos cuenta de todos estos maravillosos trucos y mecanismos de la mente, más tolerantes nos podríamos volver. Ello no significa que al final del camino no sigamos pensando que de la misma manera (o cambien nuestra postura, pero no demasiado). Pero no es una razón primitiva, sino más elaborada o pensada. Por sobre todas las cosas, no habría demasiado lugar (o tal vez, ojalá, menos lugar) a pensar que los otros son los únicos idiotas por pensar o ser como son. Tal vez, mucha más gente se siente a dialogar más, cafecito de por medio. “¿Por qué piensas como piensas? Cuéntame y te cuento”

Por encima de todo, antes de pelearse o discutir con el otro y tratarlo de imbécil o que nos hierva la sangre, pensemos: ¿Quién(es) se beneficia(n) cuando estamos divididos y no buscamos nuestras propias fuentes de información y validación y solamente consumimos como zombis lo que nos empujan a consumir?