Cristian Farinola

Entrevista con el físico nuclear argentino Mario Mariscotti, autor del libro “El Secreto Atómico de la Isla Huemul”.

Mario Mariscotti: “Sin la trampa de Huemul hoy no tendríamos la industria nuclear que es reconocida en todo el mundo”

Una biblioteca transforma. Puede incentivar, impulsar y moldear nuevas ideas. Es un camino infinito para viajar, aprender y descubrir nuevos mundos. En una biblioteca nace el disparador donde el Dr. Mario Alberto Mariscotti, uno de los físicos nucleares más importantes de Argentina y el mundo, comenzó su trabajo de investigación científica que se convertiría en el primer libro en Argentina cuyo ADN es la crónica literaria nuclear y Mariscotti bautizó con el nombre de: “El Secreto Atómico de la Isla Huemul” (Lenguaje Claro Editora), aquel proyecto frustrado del científico austríaco Ronald Richter que, sin embargo, fue la punta de lanza para convertir a la Argentina en una nación nuclear.
¿Fue realmente un “loco” Richter o estaba adelantado a la época? ¿Cómo consiguió seducir a Perón? ¿La energía nuclear puede salvar al planeta o destruirlo?
Hablamos con uno de los protagonistas de aquella época que tuvo la oportunidad de conocer y entrevistar, entre otras figuras, al seductor y controversial Ronald Richter. Tal vez, gracias a él, Argentina hoy cuenta con una larga, sólida y reconocida trayectoria dentro de la industria nuclear a nivel mundial, siendo la Juan Domingo Perón, Atucha I, la primera central nuclear de Latinoamérica, que aporta energía a la red eléctrica desde 1974 y que el año próximo comenzará el proceso de su extensión por 20 años de vida útil.

– ¿En una biblioteca familiar nace su interés por descubrir los orígenes de la energía nuclear en Argentina? ¿Fue así?
Si. Fue una de las motivaciones. El abuelo de por entonces mi novia, tenía una biblioteca importante. Era ingeniero, pero le interesaba mucho la física. Yo estaba por cambiar de la carrera de ingeniería a la de física. Un día, pasando hojas entre las páginas de algunos de esos libros, encontré varios recortes de diarios del año 1951 cuando Perón sorprendió al mundo anunciando su plan nuclear.

– ¿Y cuál fue la otra motivación?
Cuando mi suegro en el año 1957 compró una cabaña en Bariloche ubicada justo en frente a la isla Huemul. Mucho después, en un verano del ’76, mirando el lago y la isla, se me ocurrió que podría valer la pena saber qué pasó en ese lugar y que alguien se ocupara a tiempo del tema. Y lo hice.

– ¿Entrevistó a mucha gente?
Por suerte, sí. Entrevisté a mucha gente que después falleció. Me hubiera quedado sin testimonios fundamentales.

– Hoy no se puede ingresar a la isla sin un permiso especial. Ud. lo hizo varias veces, pero ¿Cuándo la visitó por primera vez?
La primera vez fue en el año 1959. En esos años era realmente fascinante porque estaba todo bastante sin destruir, natural, con los equipos y construcciones originales. El laboratorio principal fue una tontería que lo hayan destruido. Pero en aquellos años estaba todo intacto, como había quedado. Hoy Huemul se podría convertir en un gran museo. Lo propuse varias veces y sigo insistiendo.

– Una biblioteca familiar en el año ’58 fue el disparador y en un verano del ’76 comienza la idea de hacer algo al respecto. ¿Cuándo sale el libro?
La primera edición salió en 1985. Se hicieron varias ediciones. Se vende mucho en Bariloche.

– Por entonces no contaba con los recursos y los adelantos tecnológicos que tenemos hoy. Perón le escribía cartas a Richter en manuscrito. No había mail, zoom, ni celulares. La investigación y testimonios que usted recogió es tan abundante como increíble. ¿Cuánto tiempo le llevó?
En total fueron 8 años. Eran otros tiempos. Hoy no es que sea más fácil, pero contamos con más recursos y tecnología que facilitan y aceleran la búsqueda. Ahora estoy preparando un libro sobre la Comisión Nacional de Energía Atómica y el INVAP, dos instituciones que contribuyen hace décadas con el desarrollo de la energía nuclear en Argentina. Ahora cuento con conexiones digitales del New York Times, el Washington Post y otros medios que facilitan el desarrollo de la investigación.
Pero en el año 1976 yo no decidí escribir un libro, sino comenzar a recoger datos por curiosidad. Fueron cuatro años recolectando testimonios y documentos. Hasta 1980. En esa época yo viajaba bastante a Europa y EE.UU. por trabajo, para hacer experimentos. Y aprovechaba para visitar bibliotecas y laboratorios. Una biblioteca de Estado Unidos tenía todo el archivo conservado en microfilms del diario New York Times. En cuatro años junté la mejor información y luego comencé a escribir el libro.

– ¿Qué lo llevó a escribir?
Me apasiona el trabajo de investigación. Fue la curiosidad innata que uno tiene por comprender las cosas. Saber qué pasó. Tiene un parecido con la investigación que hacemos con la física nuclear. Uno investiga y siempre quiere saber más.

– Una cosa es investigar electrones y protones y otra es investigar a la mente humana. ¿Qué es más complejo?
Es muy cierto. La diferencia está en que cuando nosotros en física nuclear estudiamos protones y neutrones los datos que recibe pueden contener mucha distorsión, incertezas, pero después uno va afilando los instrumentos y poco a poco va consiguiendo resultados con mayor precisión. Los resultados son siempre iguales porque pertenecen a la ley de la naturaleza que se comporta de igual manera en toda circunstancia. Es diferente con el ser humano cuyos recuerdos a veces no se condicen con la realidad. Es volátil. En cambio, nadie puede romper una ley de la naturaleza.

– Albert Einstein dijo hay que hay observar más a la naturaleza porque ahí está todo. ¿Qué quiso decir?
Lo que creo que quiso decir es que a la naturaleza hay que indagarla porque no se ofrece muy fácilmente. La naturaleza no revela sus secretos con mucha facilidad. Encontrar las leyes de la naturaleza es bastante difícil. Por suerte los seres humanos han podido avanzar. Pero, por ejemplo, es sorprendente que desde la época de Aristóteles a la de Galileo pasaron casi 2000 años y la humanidad estaba convencida que el estado natural de las cosas era el reposo. Hasta que se dieron cuenta que no era así, que el estado natural de las cosas es el movimiento uniforme. Parece una tontería, pero es muy profundo.

– Tal vez ahora no hay que esperar tanto tiempo para un descubrimiento revolucionario…
Puede ser. Vamos avanzando mucho más rápido. Pero a mí me llama la atención que recién a finales del siglo XIX el hombre conoció la existencia del electrón que es un componente básico de la naturaleza. Hace poco más de 100 años. Después de este suceso, gradualmente, surgió la revolución de la mecánica cuántica. La otra revolución científica fue la ley de la relatividad. Eso fue genial.

– Todo es relativo nada es absoluto…
Si. Pero en realidad no es así. Recuerdo que en una conferencia internacional de filosofía usaban la teoría de la relatividad para decir y justificar justamente eso, que todo es relativo. Y no es así. La teoría de la relatividad dice que la velocidad de la luz es una constante de la naturaleza, invariable, siempre medimos la misma velocidad aunque nosotros cambiemos nuestro estado de movimiento. Eso es impresionante. Después, la teoría general de la relatividad también reformuló el campo de la gravedad.

– ¿Se puede decir que la ciencia es revolucionaria?
Si. Es revolucionaria en el sentido de cambio. Porque cambia nuestra forma de pensar. Vamos aprendiendo cada vez más. Nos sumergimos en las verdades de la naturaleza que ella misma se resiste tanto en poner de manifiesto.

– Richter también causó una revolución en Argentina, pero de otro calibre. Según Ud. junto a López Rega y Evita fueron las personas que más influyeron en Perón. ¿Por qué lo tenía en un pedestal?
Richter más allá de su locura era una persona muy persuasiva. Convenció a Perón de que podía generar energía atómica a bajo costo. Y a pesar de su fracaso el proyecto Huemul dio lugar a la actividad nuclear que hoy tenemos en la Argentina. Sin la trampa de Huemul hoy no tendríamos todo los que tenemos en materia de industria nuclear que es reconocida en todo el mundo.


 Richter y Perón

– ¿Quién fue la persona que tuvo un rol destacado en aquel experimento?
El general González tuvo un rol relevante. Perón le solicitó que se ocupe del proyecto Huemul como intermediario. Eran amigos. Al principio estaba convencido, como todos. Pero con el correr del tiempo se dio cuenta que el plan no estaba funcionando, que Richter era un mentiroso y que no estaba produciendo ninguna reacción nuclear. González comenzó a sospechar de la jerarquía técnica de Richter y cómo manipulaba a todos. Bancora y Balseiro terminaron por desnudar y confirmar el fraude de Richter y comenzaron a desmantelar el proyecto.

– China acaba de poner un funcionamiento un reactor de fusión que lo comparan con la energía ilimitada del sol. Richter también hablaba de crear soles en la tierra. ¿Fue un adelantado?
No. Una cosa es saber que el sol funciona por la reacción de fusión de núcleos livianos y otra cosa es saber cómo producir soles en la tierra. El creía que sabía cómo hacerlo, pero estaba muy lejos de lograrlo. De todas maneras, Richter, con toda su mentira, tuvo el primer laboratorio oficial del mundo financiado por el Estado para investigar la fusión nuclear, la producción de energía en forma controlada mediante el proceso de la fusión nuclear. Luego del anuncio de Perón, que salió en la tapa del New York Times, la Comisión Atómica de los Estados Unidos aprobó el primer subsidio para que el Dr. Lyman Spitzer de Princeton se pusiera a investigar la posibilidad de la fusión.

– Hay alrededor de 400 reactores operativos en el mundo. Hoy proponen a la energía nuclear como la que salvará al planeta. ¿Ud. lo ve así?
Si. Pero no como algo absoluto. Hoy en día las energías renovables como la solar y la eólica están avanzando mucho y se están convirtiendo en competitivas, pero solo funcionan cuando hay sol y viento. Lo razonable es tener energía nuclear que proporciona energía de base y no depende de factores climáticos. Puede generar energía todo el año, además de ser una enorme contribución al incipiente cambio climático. Actualmente también se están desarrollando reactores modulares pequeños que permite reducir costos y son transportables. Argentina tiene la posibilidad de exportar conocimiento en esta materia.

– El mantra negativo de la industria nuclear son los elementos combustibles gastados. Sin embargo, activistas de RePlanet señalan que los residuos nucleares reciclados pueden proporcionar energía limpia al mundo durante 1.000 años. ¿Esto puede ser factible?
Si. Por supuesto. Recuerdo que tuve una discusión sobre ese tema cuando Invap estaba cerrando un contrato con Australia por un reactor y Greenpeace puso el grito en el cielo. El contrato mencionaba que Argentina se iba hacer cargo de la disposición de los residuos. Pero no era que los íbamos a depositar en un cementerio de residuos, sino que iban a ser reprocesados. El reprocesamiento de los elementos combustibles quemados permite recuperar material fisible que no es basura porque puede ser utilizado para seguir generando energía.

– Para ir terminando. ¿Fue un éxito el fracaso de Richter?
Salió algo bueno del fracaso de Richter.

– ¿El pensamiento para Ud. sigue siendo una aventura?
Si. Por supuesto. Los científicos somos curiosos hasta el final. Todavía hay muchas incógnitas. Por ejemplo, la enorme materia que tenemos en el universo; la mayor parte de ella no sabemos qué es. La novedad ahora es que el universo se expande en forma acelerada. Siempre hay algo por descubrir.

Más información sobre el Dr. Mario Mariscotti en:
www.fundacionkonex.org/b845-mario_a_j_mariscotti