por Juan Carlos Dumas, Ph.D.*
“The past is never dead. It’s not even past” William Faulkner
El mundo vuelve a cerrar el año bajo el espectro de una pandemia que se resiste fieramente a dejarnos en paz, recreándose en peligrosas metamorfosis que hacen temblar al grueso de la población y a científicos y políticos por igual. Seguimos recorriendo con angustia el alfabeto griego, dejando apenas atrás a un Delta impertérrito para acoger al igualmente tenebroso Ómicron, palabra casi homófona a la que me recuerda el horror de aquella espeluznante obra del maestro del terror, Howard Philip Lovecraft, el Necronomicón o Libro de los Muertos, manuscritos tan secretos como imaginarios donde demonios, insectos, y otras criaturas del inframundo aterrorizan al planeta tanto como lo está haciendo este condenado coronavirus. Y no es que los imperceptibles entes del COVID 19 tengan intención alguna de desestabilizar el planeta. ¡Ni siquiera son seres vivos! El daño lo hacen así, tan espontánea y ciegamente como los ciclones, los incendios, o los terremotos que reparten generosos su mortalidad y maledicencia a troche y mote, cual horda de siniestros invasores.
La dificultad de señalar a un culpable con intención de daño agrega desazón a una especie humana hambrienta por adscribir culpas y materializar castigos a sus desgraciados congéneres. Pero, en el caso de los desastres naturales, incluyendo los virológicos y bacteriológicos, como éste que vuelve a apagar las luces de la Navidad en nuestro planeta, ¿a quién echarle la culpa? Se intentó con la China, pero la acusación, desaforada y malintencionada de parte de sus crecientes enemigos y competidores, no prosperó. En cuanto a los millones de ignorantes (lo siento, no tengo otra palabra para describir su conducta), que aún se niegan a la vacunación anti-COVID y a las medidas profilácticas recomendadas por las instituciones sanitarias mundiales, ellos y ellas no fueron los generadores de esta pandemia, pero sí son los que asisten a su sostenimiento y proliferación con esa misma testarudez medioeval que arrasó con la mitad de la población europea y nos hizo enemigos acérrimos de las ratas. Y de los necios.
¿Quiénes quedan en esta tarea autoimpuesta de echar culpas? Los que creen que nada ocurre en el mundo sin la venia, anuencia o decisión de un supuesto Creador, deberían formularse la pregunta que la Humanidad no ha podido contestar en 10.000 años de historia conocida: ¿cómo es posible que el Hacedor, el Alfa y el Omega de todas las cosas (para seguir recorriendo el alfabeto griego), tolere la ignominiosa presencia del mal así, tan silenciosamente, tan displicentemente? La dolorosa muerte temprana de un infante con cáncer hasta los muchos holocaustos que azotan la historia humana desde sus orígenes, y desde la tortura y asesinato de tantos inocentes hasta la facilidad con la que los lobos del rebaño humano rara vez pagan las consecuencias de sus atrocidades, nos hacen dudar de la existencia de Aquél o, peor aún, de su cordura.
Se me ocurren también otros culpables, a saber: los que deciden disponer de trillones de dólares en armamentos en vez de en la investigación científica; los que desinforman a la población, especialmente esos supuestos “pastores”, “religiosos”, y “líderes” que entregan sus ingenuas majadas en ignominiosas hecatombes hospitalarias; los angurrientos y especuladores que acaparan y lucran con las medicinas necesarias para erradicar la pandemia globalmente; los que siguen con la cantinela de “a Dios rogando” y se olvidan de la segunda parte del refrán medioeval: “y con el mazo dando”.
Como la Humanidad ha necesitado tantas otras veces en su larga Historia, nos hace falta hoy, y con gran urgencia, laborar cooperativamente para encontrar soluciones médico-sanitarias que alejen este ominoso espectro de nuestras vidas y la suficiente conciencia de cooperación y decisión política para que cada rincón del planeta en el 2022 cuente con las herramientas para vencerlo. Porque si no lo hacemos todos juntos, perderemos irremediablemente la batalla.
¡Felices fiestas! Digo, si el alfabeto griego nos deja.
*Juan Carlos Dumas es psicoterapeuta, escritor y profesor universitario de postgrado. Consultor en Salud Mental para la Secretaría de Salud y Servicios Humanos, preside el Comité de Asesoramiento en Salud de North Manhattan y el Centro Hispano de Salud Mental en Queens.