Por Oscar A Arnaud

Es poco probable que en los anales del fútbol argentino encontremos una historia parecida a la que voy a relatar, tan estrechamente ligada a un acontecimiento bélico como lo fue “La Batalla del Rio de La Plata”. Ese episodio bélico tiene un algo especial, mágico o atractivo, …que no aburre… y hace que, de tanto en tanto, volvamos a ella.

Corrían los primeros meses de la Segunda Guerra, que “oficialmente” había ya comenzado el 1º de septiembre de 1939 con la invasión alemana a Polonia y ya la marina alemana andaba haciendo estragos entre barcos cargueros, sobre todo los ingleses, que circulaban por el Atlántico llevando alimentos hacia Inglaterra. Uno de esos “atacantes” era el “Acorazado alemán de Bolsillo” Graf Spee al que se le había encomendado la vigilancia del Atlántico Sur. De esta manera se impedía o dificultaba el transporte de esas mercaderías tan necesarias para Gran Bretaña, en esos tiempos de guerra. Después de haberse convertido en “terror de los mares” por sus enfrentamientos y hundimiento de buques enemigos, el Graf Spee es perseguido y finalmente acorralado en la desembocadura del Rio de La Plata, debiendo entablar batalla con los cruceros ingleses Cumberland, Exeter, Ajax y Achilles. (para una descripción más detallada de este acontecimiento ver el número de abril de 2004, bajo el título de “La Batalla del Rio de La Plata”.

El crucero inglés Cumberland es retirado prontamente por averías mientras que el Exeter resulta seriamente averiado y también debe retirarse del combate. Siguen al acecho, aunque también dañados, el Ajax y Achilles. El acorazado alemán, si bien había recibido daños menores, decide buscar refugio en el puerto de Montevideo. Se le otorgan, después de extensas tratativas diplomáticas entre las autoridades uruguayas y los cónsules de Inglaterra y Alemania, 72 horas para efectuar las reparaciones necesarias y hacerse a la mar. Mientras tanto los navíos ingleses seguían esperando la salida del Graf Spee para rematarlo. Vencido el plazo y al no poder completar los arreglos necesarios, el capitán del Graf Spee, Hans Langsdorff, decide salir de Montevideo y con una carga explosiva, hace volar en pedazos el acorazado, sepultando en el fondo del Río de La Plata los secretos militares de su barco, aquellos que los ingleses tanto deseaban obtener. Era la noche del 17 de diciembre de 1939… y la guerra recién comenzaba.

Desaparecido el acorazado alemán, 36 de sus tripulantes, fallecidos durante el ataque, fueron sepultados en Uruguay y solo 11 marineros fueron internados, bajo vigilancia (no como prisioneros de guerra) pues Uruguay todavía no estaba en guerra con las potencias del Eje. El resto de la tripulación, 1055, incluidos el capitán y oficialidad, fueron trasladados a Buenos Aires y más tarde distribuidos en diferentes provincias argentinas: Sierra de la Ventana (Prov. Bs.As.), 350; Mendoza, 100; Córdoba, 250; Santa Fe, 200; San Juan, 50. A los dos días de arribar y ser internado bajo vigilancia, en el Centro Naval de Buenos Aires, el Capitán Langsdorff, quizá reconociendo su derrota, se suicida y sus restos reciben sepultura en el Cementerio Alemán de Buenos Aires.

Entre los 200 que llegaron a la estación ferroviaria de Santa Fe, el 29 de marzo de 1940, estaba nuestro personaje, el marinero alemán (cabo de señales) Heinrich Theelen quien, ni corto ni perezoso, trató de abrirse camino en estas “nuevas tierras”. Al salir de la estación de tren, según un relato de la época, “todo el mundo los miraba” ya que nunca se había visto un “desfile” semejante. Uno de los “refugiados” asegura que también entre ellos se miraban con sorpresa, pues nunca se habían visto vestidos de civil. Theelen, se conecta con las autoridades del Club Unión de Santa Fe y consigue que le hiciesen una prueba como futbolista, argumentando que tenía experiencia, por haber jugado en las divisiones inferiores del Borussia Mönchengladbach de la Deutscher Fussball-Bund (liga alemana de fútbol). Su actuación en algunos amistosos convenció a las autoridades de Unión quienes lo incluyeron como delantero, en un amistoso, nada menos que contra el River Plate de Moreno, Pedernera, Peucelle, y otros “nenes” de la famosa “máquina”. El alemán, que ya había castellanizado su nombre como Enrique, jugó bien, gustó y siguió en varios amistosos. Ya comenzado el campeonato oficial tuvo la “mala pata” de lesionarse en la segunda o tercera fecha y debió ser hospitalizado debido a un absceso en una pierna. El club Unión debió reemplazarlo y aunque, luego de su alta del hospital siguió jugando al fútbol en ligas menores o con sus compañeros del Graf Spee, no volvió a hacerlo en forma oficial en ninguna otra institución.

A principios de 1945, ya cercano el fin de la Segunda Guerra, el 27 de marzo de 1945 “sugerido” por Estados Unidos, el General Farrell, por entonces presidente de Argentina, declara la guerra a los países del Eje. Para los internados del Graf Spee, la situación no cambiaba mucho ya que, siempre respetando a sus superiores, se habían movido con mucha libertad, pero ahora pasaban a ser “prisioneros de guerra” y, tarde o temprano, serían devueltos a Alemania. Fue en ese entonces que se divulgó la noticia de que los alemanes que se hubiesen casado en la Argentina no serían obligados a volver, aunque esto no se respetó en todos los casos. El 2 de junio de 1945, en el registro civil de la Provincia de Santa Fe (acta 333) queda registrado el casamiento de Enrique Theelen de 28 años con Carmen Iglesias de 27.


Heinrich Theelen

A fines de ese año (1945) el alemán decide volver a su país natal en busca su familia, dejando a su esposa Carmen embarazada de su hijo, Enrique José. Este nacería estando él en Alemania. Después de unos años regresa a Santa Fe y trabaja en un taller de chapa y pintura luego en IKA, FIAT y Peugeot. Al regresar a Argentina, si bien se separa de su esposa, se fortalecen los lazos de unión con su hijo Enrique José a quien da su apellido. Como ya fue mencionado, después de trabajar en diferentes compañías, finalmente en 1960 Theelen regresa nuevamente a Alemania y aunque continua por vía postal, el contacto con su hijo y los ex compañeros del Graf Spee, nunca más regresaría a Argentina.

No se conocen muchos detalles sobre su estadía y vida en Alemania, si bien se sabe que volvió a trabajar para la FORD. Su fallecimiento se produjo el 16 de enero de 1973, a la edad de 56 años, en Koln (Colonia). Su hijo Enrique José después de largos años de trámites, recién en 1981 logró que sus cenizas fueran finalmente repatriadas.
En la década del 10, otro alemán Marius Hiller, jugó para All Boys y GEBA, pero eso ya será una excusa para otro encuentro.