Mónica Zlotogorski
Comienzo con una pequeña anécdota. Hace aproximadamente 5 años, en un contexto laboral, una colega no hispana hace uso del término Latinx.
Le pregunto (en serio fue la pregunta), “¿qué es Latinx?”
Me dice, “es un término inclusivo de género neutro que se refiere a alguien que vive en los Estados Unidos y que nació o tiene antepasados de América Latina. Es una alternativa a las formas masculina (latino) y femenina (latina)”
Le digo, “si, ¿pero de dónde surgió? Porque yo personalmente no lo uso ni lo pienso usar”
Me responde dándome una lección bastante acalorada sobre los hispanos y la necesidad de inclusión. A la flauta… se acaloró la señora. ¿Sabrá que soy hispana? Por las dudas, se lo aclaro, pero no sirvió de mucho.
Procedí a ser más enfática.
“No necesito que me eduques sobre lo que significa ser hispano o hispana, porque lo soy, lo que quiero preguntarte es una cosa mucho más simple, ¿quién te dio o les dio el derecho a decirle a una hispana como se tiene que definir? A nosotros el término Latinx ni nos va ni nos viene. No lo usamos”
Resulta ser que yo tenía razón.
Los hispanos no usamos el término Latinx. De hecho, en el 2020, el Pew Research Center, determinó que aproximadamente uno de cada cuatro hispanos en Estados Unidos oyó hablar del término Latinx, pero sólo el 3% lo utiliza.
Supuestamente, explica Pew, Latinx fue utilizado por primera vez por el gobierno de los Estados Unidos en la década de los setenta, después de que organizaciones mexicoamericanas y otras organizaciones hispanas presionaron al gobierno federal para recopilar datos sobre la población.
Vaya uno a saber.
Pero, estimados lectores, no se preocupen… Como Latinx no ha tenido éxito, están intentando de nuevo, con otra cosa. Resulta ser que nos inventaron un nuevo término, Latine, con “e” al final.
¿Qué diablos es Latine? Aparentemente, una nueva palabrita que apunta a lo mismo, una forma neutral de género para describir o referirse a personas de origen latino, y según el medio AXIOS, estaría ganando popularidad en los campus universitarios, museos, investigadores y los medios. Hasta se mandaron una encuesta y todo. “El 41% de los latinos estadounidenses en la última encuesta de Axios-Ipsos Latino en asociación con Noticias Telemundo dicen que se sienten cómodos con Latine”
Aparentemente, nos van a seguir educando de nuevo, Latinx ya fue, y ahora está de moda Latine. Se ve que vivo en el planeta Marte, porque me acabo de enterar de su creciente popularidad.
Nos buscan definir a toda costa.
¿De dónde viene esa manía por definir o redefinir las cosas? ¿Por qué quieren definir o redefinir a grupos de personas sin permiso alguno? A propósito, aunque sea otra persona de origen hispano (o como se quiera llamar) tampoco tiene derecho. Su agenda no es la mía. No gracias. Yo pienso por mí misma, muchas gracias.
Y, ¿usted?
Dicen por ahí que el control del vocabulario o la censura de la palabra (de lo que se puede decir o no, como y cuando) es el comienzo de todas las dictaduras, del control mental. ¿Por qué? Porque si logran que uno tenga cuidado al hablar, al final uno termina, poco a poco, por evitar decir. Se cuida de opinar porque la represalia puede ser dura y cruda. Entonces, “mejor no digo, mejor no hablo, mejor no opino, mejor me callo.” La persona de a poco comienza a volverse paranoica, si se quiere. Le empieza a entrar el miedo a que lo insulten o le dejen de hablar por decir algo supuestamente no “políticamente correcto”, equivocado, hiriente o fuera de lugar. Le entra el miedo a que lo marginen o lo excluyan. La consecuencia es inevitable: la persona termina por autocensurarse, retraerse, abstenerse, limitarse y, por último, se calla… se calla porque es más fácil, o tal vez, más seguro, menos complicado.
Además de Latinx o Latine, está también el tema de poner los pronombres al lado del nombre de cada uno. He/him/his, she/her/hers o they/them/their para el que no se identifique ni con uno ni con otro (género neutro). La gente a veces se presenta diciendo, “soy fulana o fulano, mis pronombres son…”
Alguna que otra vez estuve a punto de contenerme cuando he ido a tiendas como Sephora o Ulta a comprar cosméticos y me pregunté a mí misma, ¿cómo le digo? ¿Le pregunto cómo le digo? Pero me sale decirles “sir” y de momento nadie se enojó conmigo, al contrario. ¡Qué difícil es ir por la vida teniéndose que cuidar de lo que uno dice, por dios!
Hasta me acuerdo de cuando tildaron al futbolista Luis Suárez de racista por usar la palabra negro con otro jugador en Europa. O del caso, quizás aún más sonado, de Edinson Cavani, que respondió a la felicitación de un amigo en su cuenta de Twitter: “Gracias, Negrito”, que le costó 3 partidos de suspensión y una multa de £100.000, aduciendo la FA que el post era “insultante y/o abusivo y/o impropio y/o desprestigiaba el deporte y que el comentario constituye una infracción agravada por “incluir una referencia, ya fuera expresa o implícita, al color y/o la raza y/o el origen étnico”
Paradójicamente, este hecho dio lugar al lanzamiento de una línea de vinos por parte de una bodega uruguaya denominados “Gracias Negrito”
Tanto en Argentina como en Uruguay, se usan términos tales como “gorda”, “flaca”, o “que haces negro”, “che, negra”, como símbolos de afecto, no de insulto. En Costa Rica también se usa el término, “negro” o “negra” de puro cariño, por nombrar otro ejemplo. Pero ya no se puede, porque es discriminación de acuerdo con la policía de la palabra. ¡Ojo, nos podemos meter en líos!
Nuestra verdadera intención en el uso de tal o cual palabra no les interesa, lo que les importa es determinarnos cómo hablar y cómo pensar. No les interesa conocernos, no saben que tenemos en nuestro corazón o lo que realmente pensamos. Nos definen sin permiso. Nos tildan de racistas, clasistas, xenófobos y otras fobias – pero si lo somos o no, no les importa. La policía de la palabra ya nos catalogó y no hay forma de defenderse de los insultos y las etiquetas.
Estos son algunos de varios ejemplos posibles. Este articulo sería casi interminable si seguimos con la lista de posibilidades. Seguramente, todos podremos pensar en situaciones o casos donde nos pasó algo similar.
En mi humilde opinión, la pregunta que nos tenemos que hacer es simple. ¿Les prestamos atención?
La idea no es faltarle el respeto a nadie, obviamente. La idea no es discriminar. Pero tampoco se puede vivir teniendo cuidado de todo lo que se dice. Si la intención es buena, si el respeto está en el alma, entonces no habría ofensa.
Personalmente, quisiera poder seguir yendo por la vida sin asumir o juzgar a nada ni nadie. Prefiero preguntar, conversar y entender, prefiero conectarme, y no desconectarme. Además, no tengo el don de la telepatía para poder interpretar de manera certera que intención tienen las personas en sus mentes o corazones cuando emplean una palabra u otra. Gracias a dios, la lectura de las mentes no es una de mis tantas dotes o habilidades. Hasta sería poco divertido.
Por mi parte, sigo siendo Latina con “a”, Hispana con “a”, y en todo caso, yo soy yo, que es más que la suma de las partes.
¿Usted que piensa?