Michelangelo Tarditti
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El cine, en realidad el arte todo, puede llegar a sacudirnos las fibras más profundas de nuestro ser. Puede golpear las puertas de nuestra conciencia. Puede hacernos entender cosas que, en el debate mediático de todos los días, podemos incorporar en modo distorsionado.

Ver hoy “Cofarnao, caos y milagros”, (film del 2018) es casi una obligación humana. O social. O de conciencia. O de generosidad para con nosotros mismos. Y no porque sea un film fácil de observar, de digerir, de aceptar, sino, porque es una obligación para nuestro crecimiento personal. Considero que sea el conocimiento el premio mayor para vencer nuestra ignorancia, nuestra indiferencia, nuestra intolerancia. Entiendo que estos tres nombres definen nuestra cualidad humana. La ignorancia, pienso, sea el peor de los pecados.
El film libanés, de Nadin Labaki, nos sacude los tuétanos.
Nos vapulea la conciencia.
No agregaré más sobre el film, solo decirles que es emocionante, inteligente, asombroso, tierno, didáctico, ejemplar. Decirles, que verlo es una cita con nuestra evolución personal, un escalón más en nuestra escala de pobres y limitados seres humanos. Humanos a veces pensantes.

No puedo no hacer una referencia a otro film, de características muy similares: “Lion, la calle de retorno a casa”, (film del 2016) del australiano Garth Davis, que conmueve con su historia de aquella Calcuta, donde la pobreza y el desamparo de la infancia, destruye el alma. Pero que nos permite rehacernos en la esperanza del rescatarnos en el amor y en el ser fiel al retornar a nuestros orígenes.
Es imprescindible verlo para reconstituir la fe en una humanidad azotada por el mal imperante.

Y en este revalorizar el cine como terapia reconstructiva de los mejores genes del hombre, no puedo olvidar el film del italiano Matteo Garrone, (film del 2018) ”Dogman”, que si bien pertenece a un género muy diverso, un género que nos vincula con la complejidad de la psicología y nos recuerda, en modo absolutamente tangencial, a un Hegel que en su Fenomenología del espíritu, nos habla de la dinámica de relación entre el “amo y el esclavo” (servo-padrone), nos pone de frente a la posibilidad de reacción del frágil, del débil, del último (tanto en lo individual como en los social) que antes o después, puede explotar en una reacción exterminadora.

Tres filmes, tres modos, tres estilos, que nos habla de la fragilidad del ser humano y que nos desafía a mirarnos al espejo, para poder reconocer nuestra propia debilidad.
Debilidad motivada en parte por la ignorancia, la indiferencia y la intolerancia, verdaderos pecados de la humanidad de todos los tiempos.