Cristian Farinola

Los misterios no son para entenderlos sino para vivirlos

Salvador Dalí se acercó curioso y quedó atónito ante la nueva energía. Igual que los gauchos cuando divisaron desde un sulki una esfera enorme y brillante que se elevaba misteriosa sobre la llanura de las pampas limeñas en el partido de Zárate. Una imagen surrealista como salida de un cuadro de Dalí. El hombre chacarero detuvo el caballo para mirar la escena con asombro. La monumental obra con ADN alemán se había iniciado en 1968 cuando Lima aún no estaba muy habitada, eran alrededor de 1000 familias. Pero creció como la demanda de energía. En la actualidad son 15 mil habitantes y busca su autonomía como muchas localidades de Buenos Aires. Por entonces, poblaban sus tierras fértiles los gauchos, inmigrantes suizos, italianos y españoles. Solo disponían de luz los que podían pagar el servicio de un compresor eléctrico. Eran las familias más pudientes. La mayoría utilizaba sol de noche o las infaltables y salvadoras velas.

Cuando en 1974 llegó Juan Domingo Perón para inaugurar Atucha I causó una revolución en el pueblo. Estaban todos. Fue un gran acontecimiento. Muy esperado. Y no era para menos. Se inauguraba la primera central nuclear de Latinoamérica. Esta decisión política no solo ubicó a la Argentina en el mapa de la vanguardia tecnológica nuclear a nivel mundial, sino que cambió la vida de los pobladores de Lima, los pueblos vecinos y la de millones de argentinos que se beneficiaron con el tendido eléctrico y el suministro de electricidad en las calles y sus hogares. Más tarde, llegaría la construcción de su hermana gemela, Atucha II, también de acento alemán y mano de obra local.
La imagen se fue desarrollando mansamente a 40 metros de altura sobre los gajos esféricos de la central nuclear, energía que se proyecta como la salvación para el planeta y la humanidad en un futuro que se
apresura veloz e incierto.

Pero, ¿Alguna vez fue estable?

Giramos con el auto por la rotonda de ingreso hacia el Sitio Nuclear Atucha. Habíamos recorrido 106 km por la autopista Panamericana hasta llegar a nuestro esférico destino. Hacía una semana que habíamos llegado desde Madrid y nos hospedamos en el Exe Hotel Colón, ubicado sobre la avenida Carlos Pellegrini. Desde la habitación se podía ver la imponente ciudad y el Obelisco, el monumento histórico más importante de la Argentina y punto de encuentro para festejos futboleros y políticos. También de reclamos sociales.

Buenos Aires es multicultural. Cosmopolita. Moderna. Intensa como un átomo en potencia. Junto a New York, Londres y Bombay se encuentra entre las urbes de cemento que más demandan y consumen energía en el mundo. Su volumen se duplicará en los próximos 50 años.

 

Llegamos y estacionamos el auto en el amplio parking del complejo nuclear. A lo lejos, en la inmensidad del campo, un extenso sembrado de soja y maíz atravesadas por gigantescas torres de alta tensión. Son las que transportan la energía a los hogares de más de 5 millones de familias.

Dentro del sitio se encuentra una importante huerta de hortalizas con dos invernaderos con plantaciones de tomate, romero, ajíes rojos y espinosos rosales. Luego se distribuyen gratis en comedores sociales e instituciones de Lima.

Los terrenos fueron donados a finales de los años ‘60 por Justa Lima de Atucha, una dama de la alta sociedad proveniente de una familia de estancieros vinculados al desarrollo rural y los negocios agrícola ganaderos en la provincia de Buenos Aires. Los restos de la potentada familia descansan en el cementerio de la Recoleta en un espectacular mausoleo con detalles masónicos en su diseño y herrajes traídos desde Francia. Muy cerca del panteón de Evita y Facundo Quiroga. Este espacio sagrado fue el primer cementerio público de la ciudad. Hoy es visitado por cientos de miles de turistas de todo el mundo atraídos por la majestuosidad de su arquitectura. Luego de recorrer la instalación se puede descubrir y conocer una parte importante de la Argentina.

Al elevar la vista observamos que un hombre trabajaba en lo más alto de la cúpula. Estaba sujetado de un arnés. Llevaba un equipo de hidrolavado para limpiar la superficie de la esfera que anida en su interior un reactor con una potencia de 745 Megavatios.

Pero algo inesperado se anticipó y se formó sin aviso sobre la esfera. Era la figura de un elefante. Nos dejó atónitos. Siguió tomando fuerza y nitidez en lo alto, iluminada por el sol de octubre. Mágica y fugazmente nos transportó a la famosa pintura de “Los Elefantes” del genial pintor español Salvador Dalí. Nos recordó que el provocador artista expuso su famosa obra “Leda Atómica”, el primer óleo sobre lienzo con geometría mística nuclear surrealista, pintura que recorrió los museos y exhibiciones de arte más importantes del mundo. Y lo sigue haciendo. El arte no conoce el tiempo. El audaz pintor tenía fascinación por la física nuclear y la obra lo catapultó para siempre como el abanderado de esta energía que en la actualidad se proclama como una salida salvadora al no emitir al medio ambiente dióxido de carbono, ese gas que si continúa creciendo puede cambiar la vida y las costumbres como la conocemos hasta el momento.

¿Puede la energía nuclear ayudar a salvar el planeta?

El elefante Daliniano que surgió revelador en la esfera de la Central Nuclear Atucha tal vez tiene implícito un mensaje de prosperidad, pero también de prudencia. Fuerza y protección. Sabiduría e inteligencia. Características nobles que deben tomar los líderes en las próximas décadas. Empezando hoy. Ahora. Ya mismo. Para lograr frenar el calentamiento global y superar los obstáculos que la humanidad misma creó desde la revolución industrial en los años ‘30. La tierra ya avisó. Y lo demuestra cada día en cada rincón del planeta.

El animal más grande de la tierra se posó en la esfera de Lima, Argentina. De repente mañana lo haga en Angra, Brasil; en Almaraz, España o en algunas de las 58 centrales nucleares que tiene Francia. En total son 420 centrales nucleares desparramadas por el mundo.
Quizás en la cúpula de una central nuclear, el elefante Daliniano tenga algunas de las respuestas que está buscando la humanidad. Es por acá. Y por allá también.