Catalina Cofone Polack
Licenciada en Letras
catalinagcp@gmail.com

Entrevista a Olivia Gallo

Juventud Lila

 Olivia Gallo nació en 1995 en Buenos Aires. Estudia Letras. En 2019 publicó su primer libro de cuentos, Las chicas no lloran (Tenemos las Máquinas). Durante la cuarentena del 2020, escribió junto con Tamara Talesnik el newsletter epistolar Intranquilas y venenosas, publicado en 2021 como libro por Odelia.

                                                                 Crédito: Dominique Besanson

CCP -En tu primer libro “Las chicas no lloran’’ contás historias desde una mirada ingenua hacia situaciones de la vida adulta. ¿Qué es lo que más te interesa contar o comunicar?

OG -Todos esos cuentos los escribí entre los 19 y los 23 años. Ahora tengo 26 y lo que escribía a los 20 es distinto a lo que escribo ahora. Si bien son pocos años, siento que cambias mucho, entonces quedan un poco lejanos. Además, en el momento en el que los escribía no tenía tan en claro algo que quisiera contar, sino más bien se me ocurrían historias, tramas chiquitas. Lo que hacía era tratar de trabajarlas usando imágenes y tratando de hacer un trabajito con el lenguaje y las metáforas, que igual es distinto a lo que hago ahora, o supongo que ahora es más evolucionado. Me gusta pensar eso. No es que tenía pensado abordar grandes temas en general, sino que cada uno de los relatos estaba pensado. En ese momento iba al taller de Santiago Llach. 

CCP -¿Escribís por necesidad o lo pensás como una herramienta de comunicación? ¿Qué es en tu vida la escritura y cómo comenzó?

OG -No estoy muy segura… Siento que no tengo necesidad de escribir como algo catártico de escribir todos los días. A mí me cuesta, no es que me siento y escribo todos los días porque sí, porque me guste hacerlo. Por eso fui mucho a talleres porque te pone esa “obligación ́ ́ y te da una rigurosidad y un ejercicio. Entonces en ese sentido siento que no es una necesidad, pero es algo que simplemente hago, de una forma u otra. A veces me pregunto “¿por qué lo hago?”, porque en realidad es algo que me cuesta también cuando lo releo. Es bastante doloroso mentalmente para mi escribir, supongo que por una cuestión de autoexigencia. Pero finalmente lo hago y desde muy chiquita escribo distintas cosas y tiene que ver con una forma de comunicar algo de otra manera. Siempre leí mucho y son cosas que están conectadas. Además, aun siendo muy distinto, para mi leer sí es placentero, aunque sea un texto difícil o que tenga que estudiar y no sea el que yo haya elegido. Leer me gusta, me gusta el acto de leer. Entonces, no es una necesidad en términos de que pienso “necesito sacarme de encima estos pensamientos” pero sí creo que es una necesidad un poco más profunda y compleja.

CCP -‘’Las chicas no lloran’’ se lo dedicaste a tu mamá, ¿qué significa ella a la hora de desarrollar tu profesión?

OG -Para mí siempre fue muy positivo que mi mamá fuera editora y escritora. Primero, porque siempre tuve muchos libros cerca; segundo, porque siempre tuve a alguien con quien compartir esto, por ejemplo, cuando sos chica no se si tenés mucha gente con quien compartir la literatura, es algo que capaz te pasa más de grande. Siempre fue algo que nos unió mucho y también estuve muy apoyada por ella con cosas vinculadas a la literatura que quise hacer: ir a talleres, estudiar letras, escribir. Todo eso estuvo respaldado, y alentado también. Siempre es importante tener ese apoyo familiar en lo que decidas, y más para una profesión que tiene mala prensa en cuanto a lo económico. En cuanto a mi profesión, mi mamá me pedía que le mostrara textos que escribía y a mí me daba un poco de vergüenza, pero al mismo tiempo lo hacía porque me daba curiosidad lo que ella dijera así que se lo terminaba mostrando. Ahora ya no lo hago tanto, además ya no vivo con ella entonces no le paso tantos textos.

CCP -¿Sentís que al darte devoluciones pudo tomar cierta distancia y verte como escritora y no como su hija?

OG -Si, yo creo que sí. Incluso algunos cuentos los imprimía y los marcaba. A veces, cuando yo era más chica me decía “sí, me fascina, me encanta” y después cuando fui más grande me hacía devoluciones más objetivas.

CCP -Escribiste cuentos y un newsletter durante el 2020 con Tamara Talesnik que se llama ‘’Intranquilas y venenosas’’, que comenzó durante la pandemia y se convierte de alguna manera en un libro colectivo con la participación de otras 22 autoras. ¿Cómo comenzó la escritura de este último libro? ¿Cómo pensás la escritura en soledad y la escritura en colectivo?

OG -Siempre para mi hubo dos partes de la escritura: escribiendo en soledad en mi escritorio con la computadora, pero a la vez colectivo en los talleres, donde mostraba algunos textos y los comentaba y tomaba esas devoluciones. Igualmente, con “Intranquilas y venenosas” fue distinto. Empezamos a pensarlo el año pasado con Tamara, a quien conocí en el taller en el 2019 y a finales de ese año nos hicimos más amigas. Antes de que empezara la cuarentena obligatoria, ella me propuso hacer un newsletter. Ahí si fue colectivo y fundamentalmente el hecho de escribirle a alguien ya hacía que yo tuviera siempre una interlocutora en la cabeza. Al mismo tiempo, como era un letter y empezó siendo algo público, no es que son textos privados. Desde el inicio empezó como algo en donde más gente podía leer. Entonces me ayudó tenerla como interlocutora y eso se sostuvo con una escritura continua que me dio una dirección. A veces cuando escribo un relato pienso en la persona gramatical y digo “¿a quién le estoy contando esto?” y me da una sensación rara. Creo que en este proceso fue más fácil que empezar a escribir de la nada y muchas veces tenía de donde partir.

CCP -En “Intranquilas y venenosas’’ toman una cita de Kafka, un autor referente para la literatura universal. ¿Qué otros autores tomás como referencia a la hora de escribir? ¿Qué es lo que más te gusta leer?

OG -Si, todo empezó porque estábamos pensando en un nombre con Tamara y apareció un posteo de Florencia Kirchner, que suele subir cosas de libros, y había escrito esa entrada al diario de Kafka (“intranquilos y venenosos”) y se lo comenté a Tamara. Ella tenía un newsletter antes que se llamaba “vana, entusiasta y ridícula”, que es una de las anotaciones que hizo Borges en un concurso. A mí me encantaba el título y la idea de tomar una cita de un autor clásico y ponerla en un newsletter.

En general leí mucho tiempo a autores norteamericanos. Me gusta mucho Alice Munro, Salinger, Lorrie Moore. Hay muchos autores del siglo XX que todavía leo mucho y estoy tratando de salir un poco de eso porque, si bien es una escuela que me encanta y son escritores que manejan muy bien la frialdad, siento que tuve una sobredosis de eso, entonces estoy leyendo otras cosas. Ahora estoy con Clarice Lispector y me parece muy extraña toda la emoción que hay ahí (risas). Estoy buscando ese estilo y menos realismo también. Por ejemplo, hace poco leí “Celestino antes del alba” de Reinaldo Arenas que es más fantasioso. Igual siempre leo a algún estadounidense como por ejemplo Lydia Davis. Siempre leí muchos autores argentinos contemporáneos, mucho más que del siglo XX.

CCP -Si tuvieras que elegir un género literario, ¿cuál sería?

OG -Entre poesía y prosa, prefiero la prosa. Estuve mucho tiempo con miedo a leer poesía porque sentía que no iba a entender o que no era para mí, pero después cuando empecé a leer por ejemplo a Mariano Blatt, entré en ese mundo que me fascina. Entonces no se si podría elegir. Sigo leyendo mucha más prosa. Ahora estoy muy desordenada con la lectura y leo una hora todas las mañanas como regla de mi vida, pero en esa hora leo dando salpicados. Además, tengo un Kindle y eso hace que acumule muchas cosas. Dentro de la narrativa leo más cuentos, relatos cortos y novelas cortas. No leo mucho novelas de 500 páginas.

CCP -Te gustaría escribir una novela?

OG -Si, me encantaría. No sé si alguna vez podré hacer una novela así larga como las de antes. No sé si tengo la constancia. Me aburro muy rápido de lo que escribo entonces trato de hacer cosas cortas y cerrarlas y pasar a otra cosa.

CCP -Ahora cambió un poco eso. Nuestra contemporaneidad se caracteriza más por la inmediatez y la premura. Hace 100 años era normal leer una novela de 700 páginas. Cambió mucho eso tanto para escritores como para lectores. La novela larga cada vez se hace menos porque es un género que queda un poco obsoleto.

OG -Claro. También hay muchas novelas largas decimonónicas que eran por entregas como por ejemplo “Crimen y castigo”. Entonces no es que un día Dostoyevski se sentó y escribió todo eso. Eran entregas que después se reunieron, pero era fragmentario. Ahora seguro existe menos la novela, pero por ejemplo “Poeta chileno” de Zambra es bastante larga o “Nuestra parte de noche” de Mariana Enríquez también. 

CCP -¿Tienes algún proyecto en mente?

OG -Tengo unos poemas reunidos y estoy armando algo con unas amigas editoras. Ahora quiero hacer poesía porque me interesa el género. Me cuesta porque también quiero trabajarlo mucho. Me exijo más ahora que cuando saqué el primer libro. Estoy más atenta a la relectura y a la reedición y es difícil, pero tengo paciencia. Sigo haciendo talleres, soy como la gente que está sobre psicoanalizada, yo estoy “sobretallerizada” (risas). Ahora estoy con Eva Álvarez y con Federico Falco que están dando un taller y de ahí siempre salen cosas nuevas.

CCP -Si tuvieras que pensar en una palabra como un sustantivo o un adjetivo, y un color para definir tu propia literatura, ¿cómo sería ese sintagma?

OG -Juventud lila