Luis J. Piriz

El 2019 ha tenido un comienzo a puro futbol, donde destacan las distintas ligas locales e internacionales, además de la Libertadores y Copa Sudamericana.

Pero me gustaría detenerme un poco en el futbol juvenil de nuestro país: todos sabemos que a nivel juvenil Uruguay siempre ha sacado grandes jugadores y desde temprana edad, los han “vendido” a distintos clubes del mundo, mayoritariamente Europa.

Desde 1981, Uruguay no ganaba un título en ninguna categoría, pero en 2017 Coito, su exentrenador, saca campeón a la selección uruguaya sub 20, sin brillar en el torneo, donde Brasil y Argentina no aportaban su total poderío.

Pero la sub 17, una categoría “intermedia” entre la sub 15 y sub 20, ha sido prácticamente nula, donde desde que luego de asumir como director técnico de la selección mayor y coordinador general de todas las selecciones luego del mundial 2006 el maestro Oscar W. Tabarez, esta selección sub 17 había sido eliminada 4 veces para asistir a un mundial de la categoría, y en esta ocasión, fiel a su estilo, nuevamente quedo eliminada y no asistirá al mundial de Brasil 2019.

Cabe preguntarse: si esta sub 17 son jugadores de la sub 15, ¿cómo es que en 2 años no han progresado nada como equipo e individualmente? La respuesta está en la dirección técnica: el Sr. Garay.

Esta selección jugó 9 partidos, de los que empató 2, ganó 3 y perdió 4, quedando 6º en Sud América, durante el torneo disputado en Perú y los partidos ganados, a decir verdad, fue más por la inoperancia de los rivales de turno que por propias virtudes de los nuestros: no había jugadas planificadas, no había prácticas de tiros libres, no había corneros bien ejecutados, no hubo rebeldía, no hubo resto anímico, no hubo resto anímico, no hubo un sentir la “celeste” que llevaban puesta como históricamente ha caracterizado a Uruguay, se cometieron penales absurdos, infantiles, fauls al borde del área sin sentido, centros mal dirigidos, jugadores que no trancaban el balón como debían trancar, disparos al arco sumamente débiles, saques de banda con balones directamente al rival, disparos al arco dirigidos al arquero, y si a eso le sumamos un arquero que jamás, jamás, jamás supo salir a descolgar un centro, entonces, bien podríamos decir como en la lotería: cartón lleno.

Es que no vimos nada de nada de nada desde el cuerpo técnico, solamente gritos, y más gritos y más gritos, y justamente cuando había que cambiar el rumbo en el partido durante el entretiempo, cuando Uruguay salía a disputar el 2º tiempo, no solo no mejoraba, sino que los jugadores no cambiaban en nada su actitud al entrar al campo de juego y con el correr de los minutos, el equipo rival con muy poco, como la selección local Perú, se llevaba el triunfo.

Malas, muy malas actuaciones de las sub 17, donde antes de disputar un torneo, ya algunos tenían ofertas desde el exterior y su “cabecita” rondaba en otras latitudes, desconcentrándose sobre lo que habían venido a hacer: clasificar a un mundial, porque mire usted, amigo lector, que el llamado “proceso” del maestro Tabarez, fue fraguado para clasificar a los mundiales y no para salir campeón; como muestra viviente y real, tenemos solo 2 logros durante 13 años: 2011 Campeón de América en Argentina con la selección mayor y 2017 Campeón Sub 20 en Ecuador…pero nada más.

Nos estamos conformando con “participar”, pero no se los prepara para salir campeón; la prueba la tenemos en el baby futbol: de punta y para arriba, y con el correr del tiempo, se ha perdido aquella identidad que caracterizaba a la celeste: la “garra” charrúa… ya no existe; quedó extinta cuando ya no hubo charrúas en territorio uruguayo, dando lugar a los “procesos”, a los “contratistas”, a los intereses económicos antes que los deportivos.

Una lástima por estos muchachos; peor no se puede jugar.

Por eso, lo del título: Sigamos participando.