Michelangelo Tarditti michelangelotarditti@gmail.com
Un film de Todd Phillips
Con: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Marc Maron
No es fácil hablar de este film premiado en el Festival de Venecia 2019 con el Leone d’oro, candidato al Oscar, primero en el Box Office. No es fácil porque, entre los tantos argumentos que abarca el film, protagoniza con delirante fuerza, uno, que nos asusta: la locura. El delirio, el descontrol, la perdida de límites, son fantasmas que pueden invadirnos como imágenes de un espejo deformante. Como una pesadilla que no tiene fin.
Michel Foucault, en su “Historia de la locura”, nos recuerda que, en el periodo medieval, la “folia” era considerada como una gracia divina. Gracia que nunca dio, de todos modos, beneficios terrenales al hombre, ya que, en esos tiempos de oscurantismo, los “folles” eran embarcados en “naves para locos”, especie de cárceles flotantes.
Ha corrido mucha agua bajo el puente, y hoy no se la relaciona con la divinidad y si con la enfermedad mental. El problema es como encuadrar al individuo afecto de esta patología, y también, el poder establecer sus causas.
Porque la locura individual, puede tener una causa colectiva, de orden social. Nada difícil de aceptar en sociedades neuróticas, compulsivas, crueles, agresivas, injustas y otras yerbas, como son nuestras sociedades occidentales y orientales.
Y así llegamos a este “JOKER”, del joven estadounidense Todd Phillips, con un Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), víctima de sus delirios, y tenemos junto a él a su madre Penny Fleck (Frances Conroy) que lo suyo, en mal al hijo, lo ha aportado, y tenemos a un símbolo de la televisión basura, un cierto Murray Franklin (Robert De Niro). Tres componentes que, como en una simbólica trilogía de causas, crean, dan forma en modo sinergético, a la locura de Arthur. Porque ellos tres, más, los desadaptados, corruptos y delincuentes de la sociedad, más, la injusticia de sistema sanitarios que no siempre protegen a los más débiles de la cadena social, como son los discapacitados, los enfermos mentales, los emarginados, los desposeídos (en definitiva, todo un conjunto de enfermedades colectivas que favorecen la enfermedad individual, y que en forma parasitaria se retroalimentan creando la locura que nos aterra), son la causa y efecto del drama del hombre de estos tiempos.
De esto y de otros ítems habla este film. Nos deja un sabor amargo en la boca al salir de la proyección, pero está bien que así sea, porque nos ayuda a entender las complejidades del vivir que tantas veces minimizamos. Diagnosticamos impunemente.
Es un film duro, magníficamente realizado, que cuenta con un Joaquin Phoenix, inmenso. Con un virtuosismo actoral deslumbrante, delicioso, impecable. Genial. No puede no ganar el próximo Oscar. Robert De Niro, como siempre estupendo.
Creo que sea un film imperdible, nos propone una visión que explica en modo panorámico, las dificultades que tiene el recorrer las calles de la vida cotidiana sin recibir las estocadas traidoras del mal, y también para tratar de observar al diverso buscando no sentir miedo, y si en cambio, compasión o solidaridad. El diverso, en cualquiera de sus multíplices formas, imponderables del ser individual, no es un peligro, es una fuente de alimentación, y una posibilidad que se nos brinda, para poder crecer en el bien, en salir de nuestra pequeñez mezquina, para ganarnos el derecho de llamarnos “persona”.