Catalina Cofone Polack
Licenciada en Letras
catalinagcp@gmail.com

Entrevista a Santiago Loza

Rojo ardiente

 

CCP- ¿Qué es el lenguaje y en qué momento descubriste que querías trabajar con él?

SL-La escritura sucedió porque yo era muy retraído y empecé a encontrar placer con la lectura y no era muy habilidoso en la escuela, en la formación escolar, ni tenía destreza física. Quizás lo que me resultaba grato era lo que tenía que ver con la lectura y la escritura. Había un deseo o necesidad expresiva que se manifestaba por esa zona. Quizás porque lo social era más complicado. La primaria y parte de la secundaria la transité durante la dictadura, no soy víctima para nada, pero hay ahí una relación con el silencio, con lo que se debería callar. La escritura tenía esa posibilidad de indagar. Tenía formación religiosa y me interesaba la religión, lo sacro también está vinculado con la escritura y con el ritual, como algo que trasciende. Empezó como un deseo de querer escribir, después vino al cine.

CCP-Me interesan los personajes que creas porque inmediatamente aparece un mundo único y particular, a través de un lenguaje articulado con formas coloquiales e imágenes poéticas abstractas y desde temas mundanos hasta temáticas trascendentales. ¿Cuál es tu proceso de escritura? ¿Lo desarrollaste a lo largo del tiempo como una búsqueda creativa o sucede de forma más impulsiva y espontánea?

SL-Me siento un poco aficionado a la escritura.  No tengo horarios fijos para escribir, no soy tan disciplinado. Cuando era joven escribía a la noche, ahora ya a la noche no escribo. Soy bastante procrastinador, de ir estirando el momento de la escritura. Soy muy desconcentrado. La escritura son momentos de conquista ante la dispersión. Hago rituales que supongo que debe tener mucha gente: infusiones como té, mate, todo para estirar el momento de sentarme a escribir. Lo que sí me sirve como metodología es el tiempo previo a la escritura, todo lo que tiene que ver con ir pensando, tomando nota, mirando algo en internet, buscando algo, como un tiempo de ir amasando lo que uno va a escribir. En teatro tiene que ver con juntarse con directores, directoras, actrices o actores. Si me siento a escribir, en general es porque tengo algo para escribir. Si no, no lo hago. Hay momentos en los que escribo mucho y tiempos en los que no. Un método que se impuso es la necesidad de entregar material. Alguna colaboración o guion te exige que llegues con un deadline. Cuando es otro tipo de escritura que no es apurada ni sé si voy a terminar o si se va a publicar, también me pongo un deadline quedando de acuerdo con algún amigo o amiga y me hago un cronograma de entregas, me impongo dar aviso. Necesito un compromiso porque soy bastante indisciplinado. Tener esa posibilidad de entregar me exige y me ordena. 

CCP-En tus obras de teatro aparece mucho la contradicción del ser humano y abordas las tramas desde las carencias o desde el dolor de los personajes, ¿cómo aparecen estas voces o conciencias?

SL-Me pasa que pienso en términos de voces y no de personajes, como un tono. Como si escuchara ciertas muletillas y formas de decir, cierta lógica que arma un sistema. Al principio hay algunas páginas de prueba y luego sentís que aparece esa voz que tiene cierta autonomía de mí mismo. Cuando siento eso me empieza a parecer que algo se ha logrado y aparecen reglas que empiezan también a contradecirme. Tengo formación en guion de cine y teníamos una materia que era psicología del personaje y a mí me parecía que era cualquier cosa (risas), yo no creo que los personajes se piensen así. La psiquis es mucho más compleja. Los personajes son pulsiones, un decir, un movimiento, que después en el teatro un actor o actriz va a encarnar. Hay algo de la dramaturgia contemporánea que me parece difícil de pensar como se pensaba antes. Me resulta difícil armar ese tipo de construcciones. 

CCP-¿Qué diferencias hay entre el Loza dramaturgo, el Loza guionista y el Loza novelista?

SL-Últimamente hay mucha reivindicación del guion o de la escritura del cine como objeto literario y yo descreo de eso. La escritura de guion es una escritura en tránsito, pragmática, generalmente trabajas con escaletas y últimamente estoy trabajando con coguionistas. En sí misma, si no ocurre la película, difícilmente alguien se ponga a leer un guion. A veces no tiene una escritura cuidada en términos de lenguaje, y sin embargo las películas funcionan. Es un objeto para el cual uno trabaja. Cuando escribo guion y también dirijo cine, al ser producciones chicas, no puedo parar de escribir haciendo la conversión económica.

La primera vocación había sido la literatura y fue desplazada por el cine, un poco camuflado, porque yo tenía muchas dudas sobre mi escritura. Cuando apareció la posibilidad de escribir dramaturgia empecé a sentir que algo de la escritura volvía, como el deseo de trabajar el lenguaje, lo minucioso, el detalle, las palabras.  Eso fue un campo laboral que se abrió para mí. Luego, que la obra se hiciera fue como una prueba y error de ver esos textos y esos cuerpos. Es un aprendizaje que sigo teniendo. Lo que surgió ahí fue la necesidad de ir a ese primer deseo. En cambio, las novelas son como un plan secreto, son de fuego lento, son textos que voy trabajando con un plan muy difuso. La narrativa no sé si se van a publicar o a donde van a ir a parar. Siempre algún amigo lo lee, pero tampoco los tallereo. El año pasado empecé un taller de poesía con Laura Wittner. Es un campo desconocido para mí, porque tampoco soy un gran lector de poesía. Para mí es una posibilidad de seguir indagando en el lenguaje. Lo que me interesa es seguir despertando la propia escritura, que no se vuelva perezosa o cómoda. El taller es un trabajo de orfebre, lo que se hace con la palabra o con el pequeño artefacto-poema es muy minucioso. También empecé a revisar la forma en la cual escribo. Es muy distinto teatro, cine y narrativa. 

CCP-¿Cómo fue la experiencia de escribir canciones con Julieta Venegas?

SL-Fue una experiencia muy linda. Había escrito canciones antes, pero es un terreno en el que soy bastante ajeno. Julieta armaba las melodías y sobre ellas íbamos armando letras. Es como si ocupara otro lugar de la mente y es muy gratificante. No es mi oficio habitual, pero ojalá vuelva a escribir canciones con ella o con quien fuera. 

CCP-¿Cómo influyó tu educación católica en tu literatura? ¿Qué vínculos encontrás entre la religión y la literatura?

SL-Crecí en el catolicismo y tuve una crisis grande y un rechazo en la adolescencia. Con el tiempo me siguió inquietando cierto imaginario de lo bíblico. Así como otra gente creció con mitos griegos, yo leía la Biblia. Lo bíblico es un imaginario extrañísimo que me seguía interesando. Ahora no tengo ningún vínculo con la iglesia, pero me quedaron ciertas ideas más dulces del cristianismo. El escritor Heinrich Böll habla de un cristianismo de la ternura y de esa idea del compartir y de la compañía que cura, de sonidos o palabras que son capaces de consolar, del respeto, de la piedad. Más allá de mi distancia con la religión, son valores que debo seguir teniendo, se filtra en lo que escribo, quizás ya quedó en el ADN. También tengo cierta fascinación por lo místico. Muchas veces escribo sobre personajes que son muy terrenales y mundanos pero que tienen algún tipo de necesidad de trascendencia. 

CCP-Más allá del crecimiento que hayas adquirido como escritor y tu desarrollo profesional a lo largo de los años, ¿crees que esta nueva era digital modifica tu escritura o tu proceso creativo?

SL-Si antes era disperso, ahora estoy más disperso (risas). Gran parte de las actividades pasaron a ser digitales. Con Andrés Gallina, que es escritor, damos talleres de dramaturgia con gente de muchas partes del mundo que no conoces. Hay espacios de encuentro que no son ningún espacio. A la vez se fraterniza muy bien por momentos, hay mucha comunión ahí y eso me llama la atención. El espacio privado de uno pasó a ser el lugar de las reuniones, de entrevistas, de talleres y al mismo tiempo es raro, porque sentía que había sobre abundancias de reuniones que uno hacía. En Buenos Aires hay un folclore de la reunión. Por ahí quizás lo digital acomodó un poco eso. Hago cine y miro cine y hay algo que es cansador porque estás todo el día con la misma pantalla y se vuelve un poco agotador. Es un momento complicado y creo que es una transición. Algunas cosas seguramente quedarán y otras no. Hay algo del encuentro que se va a seguir necesitando o los festivales de cine o de literatura o el teatro. 

CCP-Me resulta muy interesante la propuesta de “Amor de cuarentena” que hicieron con Guillermo Cacace porque es una experiencia nueva, no es teatro ni teatro online ni nada que hayamos visto antes. Pero al mismo tiempo está hecho por actores y apela a lo privado de cada oyente. Aparece un campo intermedio entre lo privado (el espectador-oyente) y lo público (el hecho actoral frente a una audiencia). Funciona como un espacio de intersección casi terapéutico donde el espectador-oyente se siente complacido, aunque sepa que es una ficción. Tiene una matriz un poco distópica. ¿Cómo surgió la propuesta?

SL-Fue un proyecto de un productor uruguayo que me propuso armar estos audios de WhatsApp. Escribí en los primeros días de la cuarentena sin esperar nada y después funcionó muy bien. Se hizo en distintas partes del mundo. Me parece que recuperaba experiencias de lo sonoro, que es un espacio de compañía y de sensorialidad que a veces está descuidado. Había tanto hartazgo de la pantalla que creo que lo sonoro a mucha gente le resultaba atractivo y además el elenco estaba muy bueno. Ahora creo que se hará otra experiencia ahí. Yo creo que tiene un límite eso, que son “mientras tanto”. El consumo del streaming este año cayó, no es lo mismo, no queremos saber más nada. Creo que no es así con la literatura, que se mantuvo. Se sigue leyendo, el libro es un objeto real y concreto que no depende de la otredad para que se dé. 

CCP-¿Tenés algún proyecto en este momento?

SL-Hay algunos proyectos de cine que están un poco demorados, recibieron apoyo de un fondo holandés. Todo se mueve mucho más lento en el cine. El “Teatro español”, el teatro oficial de Madrid, programó “El mal de la montaña” que es una obra de hace unos años que se estrenará a inicios de 2022. Acá hay algunos proyectos de teatro, pero no hay certeza, como no hay certeza de nada (risas). Sigo escribiendo y posiblemente publique algo a fin de año. Estuve escribiendo guiones para “Zamba”, para dibujos animados. Mientras tanto uno va planificando y escribiendo. Uno escribe todo el tiempo, no solamente cuando publica. Es un hábito la escritura, una conquista cotidiana. 

CCP-Si tuvieras que pensar en una palabra como un sustantivo o un adjetivo, y un color para definir tu propia literatura, ¿cómo sería ese sintagma?

SL-Se me viene el color rojo. Me atrae y tiene que ver con lo sanguíneo, con lo que arde y lo que se combustiona, como si fuese un deseo de que esa escritura pueda quemar y dar calor, dar cobijo, acompañar. Pienso en una escritura ardiente.