Ángel Castelo

El tango a pesar de su origen humilde y de suburbio, siempre tuvo pretensiones de distinguirse en los detalles de la vestimenta del arrabal. Cada zona tenía su malevaje que influenciaba como distinguirse en los bailongos y así creaban una moda que solo era de ese ambiente.

Sombreros, Gachos o Funyis, pañuelos al cuello, la flor en el ojal de la solapa, pantalones de cintura alta a la mitad del pecho o angosto en las piernas. Otras veces a lo marinero, anchos abajo. Solapas anchas exageradas y hasta el “pucho en la oreja” fueron modalidades de evolución entre los varones.

Las mujeres cintura ajustada, peinados diferentes, escotes más atrevidos, tapados de piel (nutria o armiño las más bacanas). Zapatos de tacones con o sin tira en la pantorrilla, lápiz labial exagerado, uñas con colores vivos, polleritas ajustadas o plisadas.

Todo fue pasando en los años de formación del tango con ciertos ambientes más abundantes en detalles como la boquilla larga para fumar.

Damas y caballeros buscaban identificarse con el ambiente que elegían y así fueron quedando algunos detalles que aun se ven, más en los ambientes o espectáculos tangueros. Quedó una industria que siempre hay quien la atienda, exbailarines o retirados del ambiente.

Las pilchas hablaban para identificarse en los Cabarets, Cafés Concert, Clubes o Academias de Baile, en Buenos Aires, en Europa o en donde se lo permitiesen, todo para lucirse tangueando. En los salones de gran clase siempre reinó el Smoking para los caballeros y la última moda de los modistos parisinos en las damas.

El tango fue creación en todo su entourage.