Por Ma. Eugenia Méndez-Marconi
Licenciada en Artes.
Museóloga. 
Docente, Ayudante del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes, Universidad de la República, Uruguay.
Exposiciones e investigación, Fundación José Gurvich.
eugmend@gmail.com

Juan de Andrés inicia su formación artística en la tradición Constructivista torresgarciana, estudiando con Calos Llanos y posteriormente con Day Man Antúnez, ambos discípulos del maestro Joaquín Torres-García.

En 1958 Llanos le enseñaría sus primeros lineamientos en dibujo y pintura, y al año siguiente con Antúnez tuvo la oportunidad de aprender pintura al fresco, lo que devino en realizar su primer mural en la ciudad de Treinta y Tres, dando inicio a una serie de murales llevados a cabo entre 1962 y 1973.

De ambos maestros recibió las bases formativas que lo hicieron valorar la diciplina y la constancia en el oficio artístico que aún hoy mantiene.

Los primeros trabajos de Juan de Andrés fueron representaciones figurativas estudiadas desde modelos del natural y posteriormente, dada su formación, sus obras se ligaron al orden compositivo constructivista con estructuras explicitas y símbolos, ligándose a la ortodoxia del estilo del Taller Torres García.

A partir de sus primeras experiencias murales centró su interés en continuar la obra en espacios públicos, interviniendo en 1973 la Escuela Pública número 1 de Treinta y Tres con un gran mural al fresco de 3 metros de alto por 12 metros de largo, pintura que luego sería destruida durante el período de la dictadura cívico-militar.

También llevó a cabo en 1976 un mural en bajorrelieve en hormigón para la Iglesia de San José Obrero sobre el antiguo y el nuevo testamento, en el cual utilizaría el símbolo no como un hecho aleatorio, sino haciendo referencia directa a una lectura de dichos textos sagrados.

En esa misma línea de aplicación simbólica, realizó un mural circular en una casa particular en Treinta y Tres, en el cual representa las cuatro edades del ser humano relacionándolas a las cuatro estaciones del año, visión que tuvo como punto de partida la astrología. La composición circular referida al tiempo se estructura con base en el molinete áureo dividido en cuatro secciones principales según la simbología: la primavera relacionada al niño, el verano con la juventud, la madurez con el otoño y el invierno con la vejez; estudiando los elementos astrológicos y sociales en cada uno de estos.

Esto fue una consecuencia de una búsqueda personal dentro del constructivismo, abordándolo de una manera no ortodoxa.

En 1977 se radica en Barcelona y en la década de los años 80 tras viajar por Europa y recorrer varios museos contemplando obras de los grandes maestros del arte y reflexionar al respecto, su obra se despoja de los elementos simbólicos, para volverse más concreta dentro del orden plano.

Sus cuestionamientos estéticos personales devinieron en una búsqueda por conocerse a sí mismo, en tanto que desde su visión en todas las cosas trasciende el amor como una forma de entrega total que deviene en trascender a las cosas en sí.

Desde la visión del artista, los seres humanos han ido perdiendo ese nexo con la naturaleza y es a ella a la que debemos volver desde nuestro hacer, puesto que las dinámicas sociales actuales han traído consigo formas de hacer superficiales que se han reflejado también en el arte, manifestándose en creaciones que quedan en la “epidermis del asunto” y no logran trascender en el tiempo.

En consecuencia, a estos pensamientos, las obras de Juan de Andrés se encausaron en una búsqueda de la esencialidad en sí misma, sincronizada con la intención de descubrirse a sí mismo.

Es así que comenzó a trabajar en base a cajas de madera, a partir de los conceptos de contenido y continente, mediante estructuras donde se articulen formas -en tanto que materia en sí y huecos-.

Esto evidencia un desarrollo en la labor plástica que implica la armonización de la dualidad de estos opuestos (materia y vacío), connotando asimismo el misterio de las cosas, pues la realidad misma la percibimos mediante los sentidos por aspectos duales, mientras que otra parte la intuimos.

Al abandonar el soporte plano, Juan de Andrés comienza a realizar collages de pequeños formatos, con diversos materiales: maderas, telas y pintura, evocando al hecho material que contendría la estructura en sí como un hecho simbólico abstracto, y que dista del minimalismo, manteniendo la calidez de los materiales seleccionados.

Según un diálogo que tuvimos la suerte de tener con el artista en la ciudad de Montevideo, él nos aclaró que: “La realidad siempre ha sido un pretexto para crear otra realidad… la obra parte de la realidad, pero la planteas en otro plano… eso es lo importante del arte, que en el fondo tratamos de crear esa aspiración de lo que nosotros queremos en el fondo también. Y los pretextos que podemos encontrar son muy variados.”

En un determinado momento, uno de sus pretextos para trabajar fue una línea de estudio de la filosofía china, que devino en una nueva serie de obras donde abordó el vacío; un vacío aparente, acotándolo por la estructura general. Visión y aplicación que apunta a una comunicación sensible a través del tiempo.

Dentro de su desarrollo plástico también realizó composiciones “caja”, las cuales se articulan; trabajó grabado en aguafuerte y escultura en distintos materiales.

Cabe mencionar que sus piezas en general presentan una paleta de colores restringida, de tonos tierras, consecuente a su idea de que el color responde a la emoción y la estructura a lo racional; por lo cual él define que algunas obras son más emocionales y otras más racionales. Y las texturas en sí las trabaja desde la sensualidad que evocan las distintas cualidades de los materiales.

Radicado en Uruguay desde el 2011 y tras realizar varias exposiciones en museos y galerías destacadas, recientemente Juan de Andrés exhibió sus obras en el Museo Gurvich de Montevideo, en la muestra denominada Principio de Horizonte, en la cual evoca uno de estos aspectos duales que han sido parte de su centro de interés: la horizontal, como la propia forma en la que se comunica el ser humano y que él -como artista- hace predominar en sus piezas con respecto a la verticalidad, haciendo dialogar formas entre sí y por la interrelación de las piezas en la disposición museográfica.

El próximo 5 de marzo Juan de Andrés presentará La Poética del Límite en la galería Sala Dalmau ubicada en la ciudad de Barcelona, la cual permanecerá abierta al público hasta el 15 de abril.

Los invitamos a conocer las obras del artista uruguayo.

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Fotografías cortesía: C. Angenscheidt Lorente