por Juan Carlos Dumas, Ph.D.* 

“Con sólo una botella de mi tónico, usted se sentirá como nuevo. Todos los dolores que le aquejan desaparecerán rápidamente. Tendrá más energía que la que había tenido en muchos años. Mi tónico ‘Celestial’ está hecho con productos totalmente naturales, siguiendo una receta que ya conocían los indígenas y quedó perdida en el tiempo hasta que yo supe de ella y preparé este producto tan maravilloso. Se sentirá más joven, se irán los achaques, cambiará su humor. Tres cucharadas diarias de “Celestial” resolverán todos sus problemas y todas sus enfermedades. “Celestial”. Y hoy le ofrezco este mágico producto por solo 10 pesos. “Celestial”… y a vivir como si ya estuviera en el Cielo”

Discursos más o menos así plagaron pueblos y ciudades en muchísimas regiones de América, donde el vivillo de turno proclamaba las bondades de algún tónico o brebaje con los que esquilmaba a la ingenua población. ¡Suerte que esos días ya pasaron! ¿O no? No. Existen incontables ejemplos de productos supuestamente naturales que promocionan muchas industrias pseudo farmacéuticas sin contralor alguno, ofreciendo curas y remedios para todo mal, desde la alergia hasta el cáncer, con la misma irresponsabilidad de aquellos mercachifles del siglo XIX, generando un negocio multimillonario.

Y no son solo ellos. La industria farmacéutica tradicional ha llegado al colmo de, en lugar de inventar medicamentos para enfermedades conocidas, hacer al revés: Inventar enfermedades o exagerar síntomas para vender sus productos. ¿Se le mueven mucho las piernas a la noche? ¿Quiere prevenir que un simple resfrío se transforme en asma o algo peor? ¿Nota que su pene está demasiado inclinado a la derecha? ¿A la izquierda? De la misma manera se ofrecen cirugías médicamente innecesarias todo el tiempo: ¿Le duele el hombro? ¡Cirugía! ¿Siente la muñeca demasiado sensible? ¡Cirugía! ¿Le molestan los párpados? ¡Cirugía!… También están aquellas alternativas que nadie conoce ni han sido suficientemente evaluadas por organizaciones profesionales o por científicos para curar cánceres, epilepsia, depresiones severas, lo que es peor, demorando así a estos pacientes críticos los tratamientos que realmente necesitan, a veces urgentemente, y haciéndolos dudar de la eficacia y transparencia de profesionales de conciencia.

Desde la psicoterapia asustan asimismo tratamientos que prometen el cielo y la tierra como aquel malicioso mercachifle que andaba con su carreta timando a la gente de pueblo en pueblo: terapias de resolución rápida, muchas de ellas supuestamente resolviendo el padecer humano ¡en una sola sesión!; terapias que consisten solamente en oir una cierta música que se vende como equilibradora de nuestros sentidos y sentimientos; terapias en las que se obliga al paciente a salir a la fuerza de una tela plástica que lo envuelve, como repitiendo el acto del nacimiento… Y cuanto más hace falta la intervención de organismos reguladores de tanta buhonería, venimos a descubrir que una enorme cantidad de ellos están abierta o solapadamente financiados por los mismos que quieren vender sus porquerías al desprevenido público.

“Aprende un idioma mientras duermes” … ¡Ya quisiera! “El secreto de mantener la salud está en”… comer mucha carne, o ninguna, tomar mucha leche, o ninguna, comer solo proteínas, o ninguna, dormir ocho horas, o seis, o cuatro… trabajar más, o menos, evitar los cítricos, o consumirlos, cenar a las seis, o a las ocho, o no cenar; desayunar mucho, o poco, o nada… Y todo esto no es exageración mía. Revise las toneladas de recomendaciones pseudo profesionales y pseudo científicas y verá lo que le digo. Solo hay que esperar unos pocos años para descubrir que la realidad científica comprueba que los alimentos recomendados y las terapias promocionadas con bombos y platillos son erróneas y aún lesivas para nuestra salud.

Al final del día, mi abuelita tenía razón: una dieta variada y balanceada y un estilo de vida que se aleja de excesos es el mejor antídoto para cualquier mal.

*Juan Carlos Dumas es psicoterapeuta, escritor y educador público. Consultor en Salud Mental para la Secretaría de Salud y Servicios Humanos, preside el Comité de Asesoramiento en Salud de Manhattan Norte y el Centro Hispano de Salud Mental en Queens.