por Juan Carlos Dumas, Ph.D.*

La historia de la fundación de Roma por Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.), según descrita por este prolífico escritor antiguo, está llena de datos históricos interesantes. El nacimiento de Roma fue un evento fundacional para toda la civilización occidental. La antigua Roma, su origen mítico y expansión todavía resuenan en la Italia de hoy y en nuestro mundo en general, por ejemplo, en la forma en que conducimos la política, en el modo como nos relacionamos con nuestros estados vecinos, en la influencia duradera de su arte y arquitectura, sus valores y creencias a lo largo de 2.700 años, en la apreciación del valor y el heroísmo, y, dolorosamente también, en el trato discriminatorio de las mujeres como ciudadanas de segunda clase de su naciente Imperio.

Tito Livio, autor de una extensa historia de Roma, narra los orígenes de la “Ciudad Eterna” y de sus padres fundadores, Rómulo y Remo, con una mezcla de notas históricas y legendarias que muy bien retrataron el complejo carácter de esa magnífica emergente ciudad. La Enciclopedia Británica describe a Tito Livio como uno de los tres grandes historiadores romanos: “Su Historia de Roma se convirtió en un clásico aun durante su vida y ejerció una profunda influencia en el estilo y la filosofía de la escritura histórica hasta el siglo XVIII. La evidencia interna de la propia obra muestra que Tito Livio había concebido el plan de escribir la historia de la ciudad italiana en o poco antes del año 29 a.C., y para este propósito ya debe haberse trasladado a Roma, porque solo allí podía estudiar los registros y la información disponibles en la época. La mayor parte de su vida debe haber transcurrido en Roma, y desde temprano atrajo el interés de Augusto; incluso fue invitado a supervisar las actividades literarias del joven Claudio (el futuro e inseguro emperador), presumiblemente alrededor del año 8 d.C. Pero Tito Livio nunca se involucró estrechamente con el mundo literario de Roma, como los poetas Horacio, Virgilio y Ovidio, y con el ‘mecenas’ de las artes, Mecenas.

“Tito Livio fue único entre los historiadores romanos que no desempeñó ningún papel en la política. Esto era una desventaja en tanto que su exclusión del Senado y de las magistraturas significaba que no tenía experiencia directa de cómo funcionaba el gobierno romano, y esta ignorancia se muestra de vez a veces en su trabajo.”

Desde sus inicios, Roma parecía destinada a convertirse en un asentamiento esplendoroso y traicionero por partes iguales. Tito Livio, en ‘La Historia de Roma’, relata que el rey Proca tenía dos hijos, Numitor y Amulio, cuyas disputas por el poder concluyeron con Amulio asesinando a los hijos varones de su hermano –un “método” frecuente de supresión de las pretensiones al trono que fue imitado durante siglos en el Imperio Romano y en otros lugares como hasta por el popular rey judío tan erróneamente considerado ‘sabio’, Salomón– e “hizo de su sobrina, Rea Silvia, una vestal, ostensiblemente para honrarla, pero en realidad condenándola así a la virginidad perpetua y evitando la posibilidad de descendencia”. En la mitología romana, Vesta era la bondad del corazón. Hestia, para los griegos, era una de las deidades olímpicas más antiguas y símbolo virginal del hogar y la llama sagrada en su santuario en el Foro Romano se mantenía constantemente encendida por seis vírgenes vestales cuidadosamente seleccionadas entre la nobleza.

La historia sigue con esta virgen vestal siendo violada y dando a luz a gemelos, Rómulo y Remo, o, en una versión más honorable y condescendiente, quedando embarazada por el dios de la guerra, Marte. En cualquier caso, debido a su grave delito de quebrantar sus votos de celibato, “La madre fue atada y arrojada a la cárcel; los niños, por orden del rey, fueron condenados a ser arrojados al rio para ahogarse.” La Enciclopedia de Historia Antigua, por su parte, explica que Rómulo y Remo “eran los descendientes directos de Eneas, cuyas aventuras impulsadas por el destino para descubrir Italia fueron descritas por Virgilio en La Eneida. Rómulo y Remo estaban emparentados con Eneas a través del padre de su madre, Numitor. Numitor fue un rey de Alba Longa, una antigua ciudad del Lacio en el centro de Italia, y padre de Rea Silvia. Hay mucho debate y variación en cuanto a quién fue el padre de Rómulo y Remo. Algunos mitos afirman que Marte apareció y se acostó con Rea Silvia; otros mitos atestiguan que el héroe-semidiós Hércules era su compañero. Sin embargo, Tito Livio afirma que Rea Silvia fue violada por un hombre desconocido, pero culpó de su embarazo a la concepción divina. En cualquier caso, se descubrió que Rea Silvia estaba embarazada y dio a luz a sus hijos. Era costumbre que cualquier virgen vestal que traicionara sus votos de celibato fuera condenada a muerte. La sentencia de muerte más común era ser enterrada vivo. Sin embargo, el rey Amulio, temiendo la ira del dios paterno (Marte o Hércules), no quiso mancharse directamente las manos con la sangre de la madre y los hijos. Entonces, el rey encarceló a Rea Silvia y ordenó la muerte de los gemelos por medio de un entierro vivo, o sea, a ser arrojados al río Tíber.”

En una secuencia de acontecimientos muy similar a la historia de Moisés –abandono en el río y cesta incluidas–, los niños son rescatados de las orillas del Tíber por una loba que amamantó a los gemelos y que, desde entonces, se convirtió en el símbolo omnipresente de Roma. Tito Livio, como ya hiciera en varias de sus asombrosas narraciones históricas, presentó una interpretación alternativa de estos acontecimientos, menos mítica y más verosímil: la esposa del pastor del rey, Fáustulo, que los salvó de las aguas, fue la que crio a los gemelos, pero la mujer tenía fama de hostil o de ‘perra’: “Algunos piensan que el origen de esta fábula fue el hecho de que Larentia era una prostituta común a quienes los pastores denominaban ‘loba’.”

“Como los hermanos eran gemelos y toda cuestión de antigüedad estaba excluida por la presente, –sigue Tito Livio– determinaron pedir a los dioses tutelares del campo que declararan por ‘augurio’ –agüero o profecía –cuál de ellos gobernaría la nueva ciudad una vez fundada, y le dieran su nombre.” Como explica Karen Farrington en su libro, The History of Religion, “De Babilonia vino el arte de la astrología, convincente para algunos de los dignatarios romanos, mientras que la magia y la superstición jugaban un papel importante en la vida cotidiana de los romanos.” Las creencias ancestrales en todo el mundo atribuían poder a los animales y a los elementos de la Naturaleza y a los presagios emitidos por ellos, en este caso, por la presencia de buitres y aves junto a los hermanos en duelo. “Rómulo tomó el monte Palatino y Remo el Aventino como sus respectivas estaciones desde las cuales observar los auspicios. Remo, cuenta la historia, fue el primero en recibir una señal: seis buitres; pero “el doble de pájaros se le apareció a Rómulo. Los seguidores de cada uno saludaron rápidamente a su señor como rey, un lado basando su reclamo en la prioridad, el otro en el número”. George Ferguson, en su bello compendio titulado Signos y Símbolos en el Arte Cristiano, escribe: “En los primeros días del cristianismo, los pájaros eran el símbolo de un “alma alada”, pero mucho antes de que los artistas cristianos intentaran identificar a los pájaros según su especie, la forma de un pájaro se usaba para sugerir el reino espiritual en oposición al material. La representación del alma como un pájaro proviene del Antiguo Egipto” y también se incorporó y se usó a menudo en la Antigua Roma.

Como un fratricidio ancestral parecía decidido a guiar al otro en la circularidad de la historia y del comportamiento humano, Remo es asesinado –al estilo bíblico de Caín y Abel–, dejando a Rómulo como el jefe indiscutible del nuevo asentamiento. Tito Livio fechó la muerte de Remo y la fundación de Roma el 21 de abril de 753 a.C. Como vemos, los valores en el momento de la fundación de Roma eran una mezcla de fuerza, determinación y valor, pero también de traición fraternal, venganza y asesinato, la búsqueda del poder absoluto y la justificación de la violencia y la intriga para preservar el poder político, métodos que aún hoy podemos, muy penosamente, observar en muchos dirigentes y déspotas del siglo XXI.

*Juan Carlos Dumas es psicoterapeuta, escritor y educador público. Consultor en Salud Mental para la Secretaría de Salud y Servicios Humanos, preside el Comité de Asesoramiento en Salud de Manhattan Norte y el Centro Hispano de Salud Mental en Queens.