OPERACIÓN ALGECIRAS

En Argentina se esperaba con cierto interés la reunión del Presidente Macri y la Primera Ministra Británica Theresa May, durante la cumbre G20 en Hamburgo (Alemania). Se suponía que en esta reunión privada se hablaría, entre otras cosas, de la situación de las Islas Malvinas. Desafortunadamente, la reunión fue cancelada por pedido de la Premier Británica, con lo cual se postergaba, por un tiempo más, el tratamiento de la situación de las Malvinas. Sin embargo, y como yo no participé de la convención de los G20, decidí no postergar más este artículo relacionado con ese fantástico acontecimiento… y aquí lo comparto con ustedes.

En la mañana del 2 de abril de 1982, cuando todavía no nos habíamos despabilado, fuimos sorprendidos por una “noticia bomba”, en ese entonces las bombas eran más comunes que las noticias, “Argentina había recuperado las Islas Malvinas”. Noticiosos, radiales y televisivos, daban los primeros detalles de la operación militar. Fuerzas del Ejército y Marina habían desembarcado en las islas y, apoyados por la aviación, concretaban la proeza: arrebataban las islas al poderío inglés y las recuperaban para la Patria Argentina… las tropas inglesas se rendían a los invasores.

Los argentinos, dentro del país y los “desparramados” por todo el mundo, salían a la calle a celebrar el acontecimiento. Uno de esos argentinos era Máximo Nicoletti, que por ese entonces vivía en Miami con su familia. Como todos fue gratamente sorprendido por la noticia sin siquiera imaginar, que, en poco tiempo, sería el protagonista principal de una acción militar secreta, a la que se bautizó como “Operación Algeciras

Máximo Nicoletti había nacido en Puerto Madryn y se había especializado en actividades acuáticas, como “buzo táctico-hombre rana”, experto en la colocación y accionar de minas submarinas. Uno de sus primeros “trabajos” fue colocar una carga explosiva debajo de una embarcación de recreo, que el Jefe de la Policía de Buenos Aires tenía en el Tigre, en las afueras de la ciudad. Al accionar la carga por control remoto, se produjo una explosión que voló la embarcación por los aires y terminó con la vida del jefe, Alberto Villar y su esposa. Un año más tarde (1975) siendo ya miembro de la organización “montoneros”, junto con otros buzos, colocaron “gelamón” (explosivo) en un pilote cercano a la fragata ARA Santísima Trinidad, anclada en Río Santiago. La explosión produjo grandes averías en la nave y, aunque no la hundió, quedó fuera de servicio. Dos años después del este hecho, Nicoletti fue capturado y estuvo preso en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) por un corto tiempo. Negoció su libertad y la de su familia a cambio de facilitar información sobre sus ex compañeros y las actividades terroristas de la organización. Sin embargo, su experiencia como “hombre rana” y experto en explosivos submarinos, había quedado bien archivada en las filas de la Armada Argentina.

Fue en 1978, en medio de la disputa del gobierno argentino con Chile por el canal de Beagle, cuando la Armada se pone en contacto con Nicoletti y le encarga preparar una operación similar a la de Río Santiago, pero esta vez para volar un buque chileno. La oportuna mediación papal en esos días, evitó el conflicto bélico con Chile y la operación quedó sin efecto. Luego de la toma de las Malvinas y a pesar de la euforia inicial, no todos los miembros de la Junta de Gobierno creían que había terminado todo y que Gran Bretaña no tomaría represalias. Algunos, entre ellos el Almirante Anaya, pensaban que habría que cuidarse de una represalia inglesa. Personalmente pienso que todo fue una trampa muy bien preparada por el “Foreign Office inglés”, que, con sus actitudes, hizo creer a la Junta Militar que Inglaterra no intentaría recuperar las islas. Si bien la recuperación de las islas estaba en los planes de la Armada Argentina desde hacía mucho tiempo, en ese preciso momento la Junta Militar se encontraba en un momento de crisis y la invasión venía como “anillo al dedo” para conseguir nuevamente el masivo apoyo del pueblo argentino.

La Junta “mordió el anzuelo” que le tiró Gran Bretaña y se produjo la invasión. La Primer Ministro, Sra. Thatcher, sabía bien que con el poderío militar inglés y la ayuda de Estados Unidos podrían volver a recuperar las islas a corto plazo. Esto les aseguraría a los ingleses un triunfo y a Mrs. Thatcher su reelección al Parlamento, que por ese entonces estaba bastante dudosa.  Luego de un corto período de ocupación comenzaron las conversaciones bilaterales entre el canciller argentino Costa Méndez y el representante del Reino Unido, el general estadounidense Haig, quien con el objeto de conseguir popularidad se había ofrecido como intermediario, representando a Inglaterra. Al fallar las conversaciones diplomáticas, Estados Unidos intensifica la ayuda logística a Inglaterra y definitivamente abandona su “neutralidad”, aunque disimuladamente.

Por su parte el Almirante Jorge Isaac Anaya, representante de la Armada quien no confiaba mucho en las posibilidades de una solución pacífica para el conflicto, convocó en su despacho a los altos mandos de la Armada y les propuso atacar a los ingleses en Europa. Pensaba que, si lograban hundir buques ingleses en sus bases, demostrando que eran vulnerables, el resto de Europa impediría que parte de la flota inglesa viajase al Sur para reconquistar Las Malvinas, dejando así desprotegidos a los países de la NATO.

Y allí, en los despachos de la Armada Argentina, nació la Operación Algeciras. El comando estuvo al mando del almirante Girling quien creó un grupo con Nicoletti (cuyo nombre de guerra era Alfredo), otro montonero a quien llamaban “el Marciano” y como enlace en tierra actuaba otro exguerrillero, conocido como “el Pelado Diego”. El trabajar con “exterroristas” ofrecía a la Marina dos ventajas. Por un lado y llegado el caso de ser descubiertos, la Armada podía argumentar que esos hombres no pertenecían a la institución y esta quedaría desvinculada de toda sospecha.  La otra era que los exmontoneros tenían formación de tipo militar, larga experiencia en operaciones militares y no necesitaban entrenamiento.

La propuesta de Anaya era simple. El grupo debía trasladarse a la base inglesa del Peñón de Gibraltar, frente al puerto de Algeciras, y desde allí, equipados con los equipos de buceo, debían colocar minas submarinas en barcos ingleses, allí anclados. Esta era una copia de lo que ya habían realizado los italianos durante la Segunda Guerra Mundial, en el puerto de Alejandría, haciendo estragos en la flota inglesa. El mismísimo padre de Nicoletti, ahora un inmigrante italiano en el sur de Argentina, había participado en su juventud en la flotilla de “torpedos humanos” (MAS) ideada por Mussolini.

Ni bien obtenido el visto bueno de Anaya, Nicoletti y el Pelado Diego salieron de Buenos Aires, con destino a Málaga, con una escala intermedia en París. Llevaban en el equipaje el equipo de buceo y un mapa turístico de Gibraltar-Algeciras, haciéndose pasar por turistas amantes de las aventuras marinas. Cuando llegaron a París sus pasaportes llamaron la atención de la aduana francesa. Habían sido falsificados en Buenos Aires por un exmontonero, pero aparentemente no era un trabajo muy esmerado. Fueron detenidos por varias horas, pero se resolvió dejarlos pasar aduciendo que estaban de paso, ya que su destino final era Málaga. Si bien el incidente no pasó a mayores, siempre quedó una sospecha sobre que hacían esos argentinos. Días después y luego de haber hecho una primera recorrida por Algeciras, los complotados se dirigieron a Madrid para encontrarse con “el Marciano” y el capitán Rosales, que era el enlace de la Armada en Europa. Pasaron por la embajada argentina a recoger los explosivos, que habían llegado desde Italia por “valija diplomática”, y volvieron al sur de España. El traslado de estos explosivos a Algeciras se hizo con bastante angustia, temiendo una requisa de la Guardia Civil que había intensificado los controles ante la posibilidad de un atentado de la ETA, aprovechando la organización del mundial de fútbol (junio de 1982).

Nicoletti y los suyos compraron un gomón (bote de goma) y una vez en el puerto de Algeciras, haciéndose pasar por pescadores argentinos de vacaciones, comenzaron a recorrer la bahía y estudiar el lugar. Comprobaron que las garitas de vigilancia de la base inglesa estaban casi siempre vacías y observaron que, bajo el agua, no se habían colocado las redes utilizadas para detectar submarinos. Era evidente que los ingleses no esperaban allí ningún ataque. En la base el único buque inglés de importancia era una fragata, que entraba y salía del puerto con frecuencia. Además, no siempre coincidían, el clima necesario, cielo nublado y baja visibilidad, con la presencia del buque en la bahía. En otra oportunidad, aún con las condiciones climáticas perfectas y un blanco adecuado, las ansías del grupo fueron frenadas desde Buenos Aires, esperando el resultado de las conversaciones entre Costa Méndez y el secretario norteamericano Alexander Haig. En realidad, Haig siempre presentaba la misma propuesta (el mismo perro con diferente collar) “sugerida” por Margaret Thatcher. Cuando Estados Unidos rompió su “supuesta neutralidad” para apoyar decididamente a Gran Bretaña, a Haig se lo comenzó a llamar “Chesterfield”, “el americano más vendido”, aludiendo a los cigarrillos del mismo nombre.

Lo concreto es que las negociaciones fallaron.  El proyecto de paz elaborado por el Presidente de Perú, aceptado telefónicamente por Galtieri y el embajador inglés en Lima, fue rechazado por la Sra. Thatcher, pensando que una victoria militar en el Sur le daría un apoyo definitivo a su reelección, la cual hasta el momento era bastante dudosa. Siempre se comentó que los jefes de los dos bandos, el General Galtieri y la Sra. Thatcher, se habían lanzado a esta aventura para continuar en el poder. Finalmente, la Primer Ministro inglesa ordena atacar al crucero argentino General Belgrano (que estaba fuera de la zona de guerra) y con su hundimiento también Mrs. Thatcher hundió la paz. El hundimiento del Belgrano quizá influyó a que el Almirante Anaya no esperara más tiempo y autorizara la operación Algeciras. Para beneficio de los complotados en la operación, en esos días había recalado en la bahía el destructor Ariadne y así se daban las condiciones ideales para llevar a cabo el operativo. Comenzaría en siete días.

Pero el “diablo metió la pata” …

El sábado previo a la fecha programada, el capitán Rosales y el “Pelado Diego” fueron a renovar el alquiler de los autos con que se movilizaban y en lugar de pagar con tarjeta de crédito, como es habitual en estos casos, lo hicieron con dólares en efectivo. Esto llamó la atención de los empleados de la agencia. Además, hacía unos pocos meses se habían producido una serie de asaltos a bancos y joyerías en el Sur de España y, algunos de los testigos de estos robos habían escuchado a los delincuentes tratarse de “che”, por lo que la policía española puso especial atención a vigilar las actividades de argentinos y uruguayos. Cuando los complotados volvieron nuevamente a renovar el alquiler de los autos, la empresa avisó a la policía que se hizo presente en el lugar y comenzó a interrogarlos. Al complicarse cada vez más la situación, el capitán Rosales pidió hablar a solas con el comisario y le dijo, “Soy oficial de la Armada Argentina”. Risueño el comisario le contestó “Si tú eres marino argentino, yo soy el sobrino del Papa” y ordenó la detención de los complotados, además de los otros dos que habían quedado en el hotel. Cuando Nicoletti los vio entrar en la habitación, se dio cuenta que estaban perdidos. Como sabía que tendrían varias horas de interrogatorio por delante, pidió a los policías permiso para almorzar.  En el almuerzo también se “prendieron” los españoles quienes se lamentaban que el episodio ya hubiese llegado a oídos de sus superiores. Más tarde Nicoletti recordaría: “nos trataron muy bien”, “llegó un policía y nos dijo”: “hombre, si yo hubiese sabido que estabais por hundir un barco inglés, os dejaba”. “Después de todo, el Peñón también es un territorio español usurpado por Inglaterra”. Luego del almuerzo, incluidos un brindis e intercambio de souvenirs, fueron trasladados a Málaga.

Por ese entonces el primer ministro español Calvo Sotelo, que andaba en una gira de campaña por la zona, se enteró del episodio y ordenó tapar todo, es decir “mutis por el foro”. Reservó asientos en el chárter que utilizaba y dispuso que los cuatro argentinos y los policías que los habían detenido, regresasen a Madrid. Ya en la capital embarcó a los argentinos en un avión de línea con destino a Buenos Aires. Fueron escoltados por la policía española hasta las Canarias y desde allí siguieron solos hasta su destino.

Así terminaba este intento que luego se conocería como Operación Algeciras. La “aventura” fue reflejada años más tarde (2003) en una película del cine español. En cuanto al principal personaje, el buzo-hombre rana Máximo Nicoletti, ya en Argentina siguió trabajando para la Marina hasta el año 1989.  A su separación de la fuerza armada, formó parte de una banda de delincuentes que se dedicaba a asaltar camiones blindados para transporte de caudales. En febrero de 1994, un grupo donde también se encontraban mezclados policías retirados, ex suboficiales del ejército, agentes de inteligencia y exmontoneros, asaltaba a un camión blindado y se llevaban 1.800.000 dólares. Si bien la banda fue más tarde desarticulada por la policía y varios de sus integrantes, entre ellos Nicoletti, fueron apresados, el dinero nunca se recuperó. Actualmente se especula que con parte este botín, nuestro personaje siguió viviendo cómodamente por el resto de sus días.

¿Por qué fracasó la Operación Algeciras?

Muchas son las críticas que se podrían hacer al plan, pero creo que una de las principales causas del fracaso fue la entrada a París con pasaportes falsos de mala calidad, despertando la sospecha de las autoridades francesas. Quizá estas alertaron a las españolas e inglesas sobre el hecho. Otra crítica fue que utilizaran dinero en efectivo, en lugar de tarjetas de crédito, para alquilar los autos. Esto también puso en alerta a las autoridades. Casi paralelamente la policía española estaba investigando robos de bancos y joyerías en la zona, habiendo descubierto que los asaltantes hablaban con el típico “che” de argentinos y uruguayos, lo cual cerraba el círculo de sospechosos a unas pocas personas. Más allá de las críticas, esta Operación tuvo una cuota de audacia y romanticismo. Logró que quienes, que hasta hace poco se habían enfrentado en una lucha entre hermanos, se unieran detrás de una causa justa, como fue la recuperación de Las Malvinas.

Y bueno, Las Malvinas están otra vez en manos inglesas… Pero, quien me quita lo bailado… Que delicioso despertar tuvimos el 2 de abril de 1982. ¡Si hasta los paralíticos saltaban de alegría!