Michelangelo Tarditti
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Un hombre es un hombre, diría lo es, si no pierde su identidad a causa del sistema social en el que está inmerso. Y esto es ya una aventura, por no decir una quimera.

Bertolt Brecht, eternamente comprometido con la sociedad, construye esta “comedia”, que puede ser también una “farsa”, pero que en realidad es un “drama”. Su magia hace, que el material escénico nos permita también sonreír, ayudado por la música que caracteriza su personal modo de escribir, y por su estilo, confinante con lo farsesco, o con lo surreal.

Pero, “Un hombre es un hombre”, en realidad, es una lacerante visión de una sociedad moderna que responde a un sistema capitalista, donde el hombre es un hombre solo si es una especie de mago, o de superhombre (¿Nietzsche?), porque el poder aniquilante que tiene el sistema no perdona, en particular al débil, pero a la larga, no perdona tampoco al déspota que cree de ser el emblema del poder, ya que antes o después, será destruido también él.

Un sistema social que destruye la identidad, destruye la esencialidad del hombre en su individualismo, y lo fagocita en un vértigo que le hace perder el propio centro, perder la esencia que lo identifica, dándole una impronta personal.

Este fenómeno sinergético, de prepotencia, de crueldad, impone su mandato desde el mundo de las finanzas, de los bancos, de los intereses de los grandes monopolios del poder económico internacional, que ya desde hace mucho tiempo, ha tomado una dimensión ilimitada, superando los gobiernos democráticos y autónomos de las Naciones, colocándose sobre ellas, y teniendo como víctima al hombre. El hombre, que cuanto más débil es, más fácil será de ser fagocitado. Manipulado.

Pero la paradoja desgarradora, dolorosa, angustiante, es que este sistema (del cual habla metafóricamente Brecht aquí), no fue creado por un pájaro, ni por una montaña, fue perpetrado, imaginado y creado por el hombre, por el hombre que se cree ser un hombre.

El articulo un, delante del sustantivo hombre, nos habla de una determinada identidad, que, si se pierde, vulnera la categoría de hombre: “Hombre único, pensante, autónomo, libre”. Por lo cual, el sistema capitalista (como así también, cualquier otro de igual intención monopolizadora), es la enfermedad, el cáncer, que traiciona la verdadera razón del vivir en sociedad.

Hemos dejado la vida en la naturaleza, para protegernos en sociedad de las contingencias, de los peligros, y hemos paradojalmente construido un sistema, que es más agresivo y nefasto que la naturaleza misma.

¿Como se resuelve? Continuamos así, curiosamente, ¡en la parte salvaje de la naturaleza! Pero el artificie del mal, es el hombre que es un hombre, y no el animal irracional ni la fría montaña.Bertolt Brecht, interpola situaciones dramáticas con música y canciones, que impiden que el espectador caiga en emociones obnubilantes. Los sentimientos oscurecen la razón.

Contrario a la idea de la identificación del actor con el personaje, Brecht, con su método teatral, predica el distanciamiento para evidenciar el mensaje que se quiere transmitir al espectador. No más aquel realismo stanislavskiano, sino lo contrario, o sea una representación que se observe claramente como un artificio escénico.

Una construcción teatral diversa del realismo fotográfico. Así, el espectador llegará a la profundidad del contenido intrínseco de la ópera.

“Un hombre es un hombre”, es claro en este estilo, (como lo es en realidad toda la producción brechtiana), y pone en evidencia el talento de este renovador del teatro alemán. Además de la clara identidad de su trabajo, la cosa que más impresiona es su inteligente visión de las dinámicas sociales.

La regia de Lorenzo De Liberato es muy eficaz y creativa en la resolución de las diversas difíciles situaciones; con música en vivo que enriquecen las escenas, ejecutada por Valerio Mele y Mario Russo; con actores que son graciosos, simpáticos o patéticos en los momentos justos, bravos todos, con una fresca juventud actoral (son los vencederos de la Rassegna salviamo i talenti 2017), pero con una evidente madurez escénica.

Bien por el no uso de micrófonos, pero atención a alguna frase que se pierde en el espacio.
No obstante, todo funciona perfectamente, Brecht, De Liberato, y la producción de Attori & tecnici, quienes desde siempre son orgullo del teatro italiano.

Aplausos para el elenco: Tiziano Caputo, Matteo Cirillo, Alessandro De Feo, Agnese Fallongo, Lorenzo Garufo, Stefano Patti, Arianna Pozzoli, Bruno Ricci, Mario Russo.