Miguel Zapater Cornejo
Inspector de Educación
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El bullying o acoso escolar, es una más de las formas de manifestación de la violencia en la sociedad de hoy, que por los efectos que viene produciendo en la población infantil y sobre todo en la adolescente, en formación, ha sensibilizado contra ella a centros, familias y sociedad y ha promovido que el Ministerio de Educación y Cultura dicte un Decreto con 74 medidas para tratar de erradicarla.

El origen de la misma, como el de otras formas de violencia, está en el hecho que la naturaleza humana no es buena por naturaleza, pero sí perfectible mediante la educación. De ahí que una de las primeras medidas para reducir o eliminar la violencia pase, en primer lugar, por prestar especial atención a la educación. La educación consiste, esencialmente, en la adquisición de hábitos, que también reciben el nombre de virtudes, competencias, y dotan a la persona de una segunda naturaleza. El fin específico y propio de la educación es la perfección de las potencias o facultades humanas, el capacitar al hombre para actuar bien. Pero para que pueda cumplir con su finalidad debe de ser integral, abarcar todas las capacidades o dimensiones de la persona, desde la educación física hasta la educación espiritual y la religiosa si se desea, pasando por la educación de las capacidades cognitivas (los sentidos, la inteligencia, la memoria, la imaginación creadora), el apetito sensible, (sentimientos, emociones y pasiones), y el apetito superior, o voluntad con sus distintos actos y virtudes, ( prudencia, fortaleza, justicia y templanza), bases de la educación moral. Al menos, desde la Grecia clásica hasta los años 70 del siglo pasado, se ha dado primacía en la escuela a la educación moral, no porque la voluntad sea más noble que la inteligencia sino porque si “la voluntad no es buena poco importa que lo sean otras facultades, ya que el uso de ellas depende de la voluntad”. Hoy, en una sociedad mucho más compleja, con la creciente crisis de valores, con la aparición de las nuevas tecnologías y su uso prematuro por los niños y adolescentes, con múltiples riesgos para su formación, se hace imprescindible insistir, más que nunca, en su formación moral en sus distintas etapas o fases sucesivas por las que pasa en su desarrollo, que son:Primera etapa. Del nacimiento hasta los 3 años, período de crianza, corresponde la moral de las disciplinas funcionales, (todo lo relacionado con la alimentación, el sueño, el aseo, control de evacuaciones), que supone una primera sumisión a una orden de moral social. Esta etapa tiene especial importancia para la estructuración del cerebro, del niño, que se lleva a cabo por las impresiones que, a través de los sentidos recibe del mundo exterior. De ahí de crear un ambiente adecuado en el medio familiar. Su base genética se modifica por el número y calidad de las sensaciones que percibe.

Segunda etapa, de los 3 a 6 o 7 años. Es la etapa de la moral de las buenas costumbres, la moral del hábito, entre los que están también los valores. La obediencia es considerada como la primera de las virtudes, que ahora ya no se refiere a las disciplinas funcionales de la edad anterior. Descansa, a la vez, sobre la docilidad a las órdenes que se le dan, y a las prohibiciones que se establecen, siempre de modo razonado, a partir de los 4 o los 4 años y medio. El amor del niño por sus padres descansa en la confianza y la admiración. Su educación moral, se facilitará en grado sumo si el hogar y la escuela le ofrecen la cálida simpatía y los buenos ejemplos que necesita.

Tercera etapa, de los 6 o 7 hasta los 11 o 12 años. Es la etapa de la moral de la norma, o de la regla. Se trata de proponer que el niño acepte reglas de conducta cuyo sentido y alcance empieza a comprender, y que las establece en sus juegos. Difiere, de la etapa anterior, ya no es obediencia exigida, sino que descansa sobre una convención considerada buena y válida para todos. Las virtudes o valores de la misma son la lealtad, la ayuda mutua, y sobre todo la justicia, su eje. Es el momento de iniciarse en el conocimiento del Reglamento Escolar, normas de su localidad, Comunidad Autónoma, Constitución Española, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y también, para los creyentes, los Mandamientos de la Ley de Dios, aunque tienen distinto origen.

Cuarta etapa, de los 11 a los 16 o más años, es la .de la moral personal, del yo, autónoma o postconvencional. Es la edad difícil (preadolescencia y adolescencia), por las grandes transformaciones que se operan en su cuerpo y en su mente. Es una moral del sentimiento, descansa sobre el amor al bien, las virtudes o valores ahora se agrupan alrededor del sentimiento del honor, algunos de esos valores son, la abnegación, la sinceridad, la piedad, el heroísmo, el coraje, el respeto a la palabra dada, que intentan imitar a través de vidas ejemplares. El paso de la moral de la regla o convencional a la moral autónoma puede tener un momento crítico, el de no creer en los criterios convencionales de la anterior, pero aún no ha encontrado su alternativa, por lo que es preciso que padres y profesores estén atentos, para prestarles la ayuda necesaria para que puedan construir proyectos de vida maduros, sensatos, prudentes, juiciosos y responsables.

Es preciso, además, que en todas las etapas de su formación los centros satisfagan sus necesidades psicológicas básicas de afecto, de tener éxito y de encontrar sentido a la vida, y ofrezcan, las condiciones para que puedan vivir y practicar todos los valores, y normas, y se conviertan en hábitos de conducta, sin descuidar el seguimiento, sobre todo de los alumnos con dificultades.