Luis Ríos-Álvarez

No importa cuál sea el tamaño, no importa cuál sea la forma, parece tener el poder de hipnotizar a las masas. Despertar sus pasiones, exacerbar el patriotismo y hasta en algún momento causar un conflicto bélico entre dos países. Según la habilidad con que la traten pueden hacer elevar a la categoría de deidades a los mortales a pesar de que, generalmente, la maltratan. Puntapiés, batazos, repetidos y constantes rebotes contra el piso, raquetazos, etc. Países enteros se paralizan cuando, en ocasiones, sus representativos nacionales están cumpliendo un enfrentamiento de relevancia en defensa de los colores patrios que hacen olvidar rivalidades domésticas y desdichas políticas. Ingenieros de las diversas manufactureras analizan su comportamiento frente a distintas y diferentes condiciones para mejorar su performance. Aunque generalmente son probadas en condiciones ideales, las cuales difieren en mucho a la realidad con que se encuentran los deportistas que no siempre aceptan con agrado los cambios efectuados. No importa cuál sea el tamaño, no importa cuál sea la forma, cada vez que se echa a rodar arrastra consigo un verdadero espiral multimillonario. Investigación, manufacturación, mercadeo, publicidad y ventas, componentes tan solo inherentes a su valor intrínseco. Construcción de estadios, ropa y calzado deportivo y accesorios correspondientes, sueldos, -algunos astronómicos-, prensa escrita y oral, transporte, comida y bebidas, souvenirs, etc., etc., etc., como gastos satelitales.

En adición a lo estrictamente económico, que son cantidades astronómicas, casi inconmensurables, encontramos la subjetividad que rodea a este adminículo. Las pasiones antes mencionadas, las polémicas que puede llegar a desatar una jugada o acción de alguno de los participantes de cualquier justa deportiva y que traspasará fronteras y perdurará en el tiempo. Pero, afortunadamente, no todo gira alrededor del dinero. La pelotita también cumple una función social. Seguramente la de futbol se lleva las palmas en ese sentido porque es, inobjetablemente, la más niveladora de clases sociales y económicas. En un aspecto estrictamente amateur, seguramente la inmensa mayoría de los participantes, tan solo es necesario que esté presente la pelotita sin necesidad de la parafernalia que la acompaña en competencias organizadas. De la misma forma que la modesta pelota de trapo de antaño hasta la sofisticada Telstar 18 de hoy en día han ido mutando y evolucionando también lo ha hecho la sociedad, aunque posiblemente en proporción inversa ya que en el pasado las clases pudientes eran, casi exclusivamente, las que tenían mayor acceso a la práctica de algún deporte en cambio en la actualidad se han abierto las puertas de las prácticas deportivas a las masas más populares.

Según sus fabricantes, Telstar 18 tiene como objetivo evocar recuerdos inolvidables de la Copa Mundial de la FIFA 1970, rindiendo homenaje a la primera pelota de la Copa del Mundo llamada Telstar, denominada así debido a su condición de estrella de la televisión.
El Telstar original fue el primer balón de la Copa Mundial decorado con paneles negros, lo que le hacía más visible en las transmisiones de televisión en blanco y negro. La actual bola facilita la alta tecnología estando equipada con un chip NFC integrado, que según Adidas permite a los consumidores interactuar con la pelota usando un teléfono inteligente.
El nombre del esférico oficial fue inspirado por el lanzamiento a la órbita terrestre del primer satélite de comunicación que facilitó las primeras trasmisiones internacionales en vivo en la televisión. En honor a este satélite fue bautizado el balón de la Copa Mundial de 1970, celebrado en México, donde, por primera vez, el mundo pudo ver por televisión, en vivo, la mayor fiesta deportiva del universo.

En cualquier lugar del planeta, por inhóspito que sea, se puede armar un “picado”, siendo necesario tan solo un elemento indispensable, nuestra buena amiga la pelotita. Muchos recordarán las canchas improvisadas, un par de piedras o cualquier otro objeto disponible para los arcos y elementos naturales demarcando los límites del campo de juego, una pared, el cordón de la vereda, un alambrado. En una verdadera comunión de voluntades cada uno rasqueteaba las monedas que tenía en el bolsillo para poder juntar lo suficiente para comprar la preciada pelotita que duraba hasta que ya no resistía más parches y costuras de sus gajos y perdía por completo su anatomía esférica. O peor aún, caía en la casa de la vecina cascarrabias que no la devolvía a pesar de nuestros ruegos y promesas de que nunca más iba a suceder. Promesas incumplidas una y otra vez. Para ver un partido “de verdad” había que ir a la cancha. No TV, cuando mucho el desarrollo de la imaginación escuchando la trasmisión radial. Hoy la televisión nos permite acceder a una inmensa variedad de eventos deportivos desde la comodidad de nuestros hogares. Pero también hace vedettes de los deportistas convirtiéndolos en actores muchas veces más preocupados por su apariencia física frente a las cámaras desarrollando capacidades histriónicas merecedoras de premios de la Academia, cada vez se le acerca alguien del equipo contrario.

En esos días muchas veces sucedía que quien tenía mayores posibilidades de poseer una pelota, carecía de habilidades deportivas, pero existía una regla no escrita: “el dueño de la pelota juega”. Hoy los dueños de la pelota son las grandes corporaciones dirigentes de los diversos deportes, FIFA, CONFEDERACIONES REGIONALES, NBA, NFL o como se llame en las distintas disciplinas deportivas y como dueños de la pelota hacen y deshacen a su antojo. No importa cuál sea el tamaño, no importa cuál sea la forma, nunca perderá la magia.

Cuando la pelotita comience a rodar el 14 de junio, en el Estadio Luzhnikí de la capital rusa, el mundo paralizará sus actividades como lo hace cada cuatro años. Atrás quedarán viejas rivalidades como Boca-River, Flamengo-Fluminense, Atlético Nacional-América de Cali, Deportivo Saprissa-Liga Deportiva Alajuelense, América-Guadalajara, Tauro FC-CD Plaza Amador, Alianza Lima-Universitario de Deportes, Peñarol-Nacional, para unirse patrióticamente en apoyo de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, México, Panamá, Perú y Uruguay.