Por Ma. Eugenia Méndez-Marconi
Museóloga. 
Docente, Ayudante del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes 
Universidad de la República, Uruguay.
eugmend@gmail.com

El artista y maestro Joaquín Torres-García subtituló a su gran obra teórica Universalismo Constructivo (Ed. Poseidón, 1944) como una “Contribución a la unificación del arte y la cultura de América”, lo cual implica a su vez una unificación de América mediante la cultura y el arte.

La visión Torresgarciana es profundamente inclusiva, ya que propone tomar las bases comunes de todos los diferentes pueblos que habitan el continente, y mantener los elementos que constituyen las irreductibles características de cada uno.

En América la gran diversidad de sus poblaciones y expresiones culturales, conforman una heterogeneidad que deviene en una gran riqueza como en una gran fragilidad; debido a que los muchos puntos de vista referentes a lo fundamental en la vida humana, facilitan muchas soluciones para los mismos problemas básicos.

Esta diversidad determina a su vez grandes dificultades de comunicación y coordinación debido a las diferencias del lenguaje, de referentes culturales, costumbres y valores, entre otros aspectos.

Desde la visión Torresgarciana enfocada al arte, las diferencias entre las culturas encuentran puntos en común con una misma base en las distintas expresiones, con fundamento en una estructura sólida y en la geometría que se conjuga en un plano abstracto.

La síntesis de los elementos visuales, evocan lo que para muchas culturas respondía a lo sagrado y trascendente, por lo cual la relación descriptiva de lo visual no tenía sustento, sino que debía partir de lo puramente esencial de los elementos del arte, que a su vez podían responder a la estructura de la naturaleza.

Menciona Torres-García en la conclusión final del Universalismo Constructivo (1944):
“[…] dar cuerpo a un nuevo arte, que tanto participe de la naturaleza como de la abstracción. Y estaría entonces tal arte en un verdadero equilibrio, […]. Sería entonces, la naturaleza del ritmo; la teoría que yo he denominado Universalismo Constructivo, o sea un verdadero contrapunto entre la ley y la vida.” (p.1007).

Esta aspiración permite armonizar las realidades existenciales básicas con leyes universales y constantes matemáticas que fundamentan lo abstracto, logrando así un equilibrio entre los elementos formales absolutos y los contenidos de profunda relevancia vital.

En este contrapunto, de un lado se encuentra los elementos humanos existenciales básicos, que conforman los contenidos profundos como ser los arquetipos; y del otro lado, los elementos compositivos absolutos, como ser la estructura, el ritmo, la proporción y la geometría, los cuales son parte del hecho plástico.

La armonización de estos contrapuntos es la base que conforma la propuesta de un arte universal para América, el cual reflejaría lo básicamente humano con lo básicamente estético-plástico.

Por lo cual, no se estaría en los extremos de un arte descriptivo-anecdótico ni de una abstracción deshumanizada, sino en el medio de ambos, logrando así una caracterización propia enriquecida por la síntesis y lo simbólico.

Es por ello que el arte constructivo, es el “verdadero arte de todos los tiempos”, pues al estar en lo abstracto se mantiene en un espíritu atemporal clásico; ya que como en otros tiempos, mantiene una relación con la filosofía, la matemática, la astrología, y lo trascendente.

Esta visión de un arte panamericano, puede incluir los aportes de todas las poblaciones presentes de América y el de todas las poblaciones anteriores a 1492 de la pre-América: y permitiría preservar las diferencias irreductibles mediante el respeto y la tolerancia entre culturas.

Imagen: Joaquín Torres García, (1944) “La Pacha Mama” (pintura mural destruida en el incendio del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro)