Por Juan Carlos Dumas, Ph.D.*

Es probable que lo primero que viene a su mente luego de leer el título de este novel artículo para el año que nace sea el famoso comentario erróneamente atribuido a don Quijote de La Mancha y dirigido hacia su obeso escudero, perplejo ante situaciones sorprendentes durante el periplo que realizara por los campos de Castilla junto a su desvencijado e Ingenioso Hidalgo: “Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras.” Aunque los expertos en Literatura Española sugieren que el origen de este comentario, como diciendo “¡Lo que hay que ver!”, se encuentra en un derivado de la igualmente fascinante pieza literaria clásica “El Cantar del Mío Cid”, donde el rey Alfonso VI le dice a su gran guerrero Rodrigo Díaz de Vivar: “Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras” –en colorido castellano medioeval.

Y habría tanto que decir de los recientes movimientos tectónicos de la política y la economía norteamericanas que han hecho hablar a las piedras, que bien podríamos dedicarle nuestra plena atención. Si no, observe usted cómo un simple senador amigo de Maseratis y de yates tan grandes como su ego y quien irónicamente representa a uno de los estados más pobres de la Unión, cobardemente aborta el gran plan transformativo de la administración Biden luego de hacerles perder el tiempo a él y al medio país que esperaban que con un apretado 50 por ciento de votos demócratas avanzara una ley y un presupuesto que, por fin, equilibrara la balanza social y económica rota desde hace décadas. Una especie de Plan Marshall, pero no para las víctimas extranjeras de la Segunda Guerra Mundial sino para nosotros mismos. Detrás de él, los que a cualquier costo defienden los intereses corporativos de enormes industrias como las energéticas tradicionales (carbón y petróleo), de medicamentos y aseguradoras de salud, las financieras y demás influyentes bandidos de Wall Street y el grupúsculo de terroristas económicos (que no son otra cosa) que contabilizan sus mal habidas ganancias –scotch en mano– desde sus mansiones de Hamptons, Palm Beach y Park Avenue, arquitectónicamente tan bellas como moralmente siniestras.

Ellos son piratas de un capitalismo salvaje que se justifican y defienden a sí mismos como cualquier otra banda criminal, totalmente anestesiados al sufrimiento público que han causado en cuanto sector productivo-laboral han metido sus inmundas garras, destrozando hogares y comunidades en toda América al mejor estilo Covid-19, mintiendo a diestra y siniestra con patológico descaro, repartiendo sus innobles botines con funcionarios y políticos a quienes usted y yo todavía les pagamos sueldos de seis cifras, canonjías y jubilaciones preferenciales. En esta versión más reciente, la pandémica, los afectados siguen siendo los millones de ciudadanos y residentes sin voz y casi sin voto, mismo que bloquean y licúan con creciente descaro. Cosas veredes…

Pero no les vamos a dar el gusto de comenzar el 2022 con una visión sombría y crítica del salvajismo y corrupción política y económica desbordantes del fenecido 2021. Por el contrario, aquí van algunas razones para mantener nuestro optimismo en alza y hacer del 2022 un año pleno de esperanzas:

1. En cualquier punto del espectro político en el que usted se encuentre –incluyendo el punto “cero” de quienes se autodefinen “apolíticos”– la asunción de un presidente “normal” en los Estados Unidos después de haber sido “gobernado” (¿?) por un patán megalómano es, por sí misma, auspiciosa, y corrige bastante el compás moral americano y su proyección en el mundo.
2. Como la historia lo demuestra repetidamente, la ruptura de sistemas (económicos, políticos, sociales, religiosos) lejos de llevar al caos y a la desintegración –como fabulan pesimistas crónicos y anarquistas depresivos– destapa fuerzas de revisión, reparación y evolución imprescindibles para desarrollar sistemas nuevos y mejor ajustados a la realidad, quien, al fin y al cabo, es la dueña y señora del devenir humano.
3. Cuando el dinero escasea y la angustia abunda, como ha ocurrido más aceleradamente desde que el Covid-19 llegara para quedarse incrustado en nuestros cuerpos y mentes, la clase media revisa inevitablemente su escala de valores y comienza a diversificar su inversión de vida, esto es, a darle más importancia a las variables no económicas de la misma, a la familia, a los amigos, descubre nuevas formas de convivir y de entretenerse más allá del gasto y de la compra, eventualmente desempolva sueños e intereses dormidos y hasta aumenta su inquietud espiritual… Ojalá pudiéramos decir lo mismo de la clase sumergida debajo de la línea de pobreza, para quien un puñado de dólares hace la diferencia entre salud y enfermedad, entre equilibrio mental y desesperación, entre pasividad y crimen.
4. Otra razón poderosa para sacarle punta al optimismo es el efecto multiplicador que éste tiene en el estado de ánimo del prójimo. Después de 20 años de investigaciones con casi 5.000 personas, el médico y científico social de Harvard, Dr. Nicholas Christakis, y el científico político James Fowler de la Universidad de California-San Diego, revelaron que la “buena onda” y la sensación de felicidad personal depende en gran medida de cuán felices y optimistas se sientan nuestros amigos y terceras personas, en una suerte de trasmisión “subliminal” de las emociones humanas. Como lo demostraran antes en sus estudios sobre la obesidad y el tabaquismo, el optimismo y la felicidad son socialmente contagiosos.
5. Observando los campos gélidos en una región lindante con el Canadá, el maestro budista Thich Nhat Hanh dialogó de esta manera con ese otro gigante espiritual que fuera el sacerdote y orientalista Thomas Merton, mientras compartían un retiro invernal:

Padre Merton: “Hermano Thich, ¿qué estás observando tan sonriente?
Thich Nhat Hanh: “Cómo se mecen las espigas de trigo en una brisa sueve bajo el sol”.
Padre Merton: “Pero Thich, si está todo completamente helado y cubierto de nieve…
Thich Nhat Hanh: “Estoy mirando a las espigas de trigo mecerse en una brisa sueve bajo el sol, en la primavera que vendrá”.

Es decir, la vida, las oportunidades, los anhelos, el florecimiento de lo que todavía hoy no es, pero mañana, todo está allí, sumergido aún bajo el peor de los inviernos, germinando subterráneamente en el segundo aniversario de esta pandemia, a la espera de tiempos más propicios, posicionándose para renacer.

*Juan Carlos Dumas es psicoterapeuta, escritor y profesor universitario. Consultor en Salud Mental para la Secretaría de Salud y Servicios Humanos, preside el Comité de Asesoramiento en Salud de North Manhattan, y el Centro Hispano de Salud Mental en Jackson Heights, Queens.