El asma no se diagnostica ni se trata lo suficiente en estadounidense adultos de edad más avanzada, lo que deriva en resultados deficientes. La tasa de hospitalización es el doble en pacientes ancianos con asma y depresión que en aquellos que no tienen depresión. Varios investigadores médicos de las principales redes académicas de Montefiore y Mount Sinai, en conjunción con el Albert Einstein College of Medicine y la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai, han lanzado un estudio pionero para examinar las relaciones entre la inflamación relacionada con el asma, la adhesión al tratamiento y la depresión grave en ancianos, con el objetivo de mejorar la atención y la calidad de vida de este grupo de población vulnerable.
Estudios anteriores han vinculado la depresión y la inflamación, pero se desconocen las causas y los mecanismos de esa relación. Dado que el asma y el envejecimiento también se caracterizan por la inflamación, la depresión puede exacerbar estos cambios inflamatorios y contribuir a peores resultados clínicos.
“Las personas con asma y depresión se ven afectadas de dos maneras: por un lado, tienen una mayor inflamación de las vías respiratorias pulmonares y son menos proclives a tomar sus medicamentos de control diarios, que constituyen su primera línea de defensa”, dice Jonathan Feldman, Ph.D., profesor adjunto de pediatría de la División de Pediatría Académica General de Einstein y el Children’s Hospital at Montefiore. “Sabemos que la depresión da lugar a peores resultados en pacientes con asma y queremos analizar más de cerca lo que está sucediendo, tanto a nivel emocional como fisiológico”
Esta investigación de $3,4 millones, financiada por el Instituto Nacional del Corazón, el Pulmón y la Sangre, es uno de los estudios más ambiciosos realizados sobre el asma en ancianos. La sociodemografía de la población de este estudio representa la de la mayoría de las zonas urbanas de Estados Unidos.
Estudios anteriores realizados por este equipo de investigadores determinaron que los ancianos con asma en centros urbanos presentaban:
• Una tasa un 36% mayor de síntomas de depresión,
• Peores indicadores de control del asma y calidad de vida, particularmente entre las minorías étnicas,
• Tasas de adhesión a sus medicaciones de control de asma de hasta solo el 50%, incluso después de hospitalizaciones relacionadas con el asma.
También hay implicaciones negativas para todo el sistema de salud de EE.UU. Según una base de datos de visitas a emergencias en todo el país entre 2006 y 2008, las personas de 55 años o más que acudieron por asma, tuvieron tasas más altas de hospitalizaciones, estancias más largas y más ataques de asma altamente peligrosos.
“El asma en pacientes de edad avanzada no se estudia lo suficiente y constituye una asignatura pendiente de la medicina”, dice Paula J. Busse, MD, profesora adjunta de medicina de la División de Inmunología Clínica, en la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai. “En comparación con pacientes de asma más jóvenes, los ancianos tienden a tener peores resultados y tasas más altas de morbilidad y mortalidad por su enfermedad. Es más, muchas veces el asma en pacientes de edad avanzada ni se identifica ni se trata de manera suficiente. Esta financiación nos permite investigar la inflamación subyacente en pacientes mayores con asma, que no está bien caracterizada, y cómo puede afectar en ella la depresión. Estos conocimientos bien pudieran traducirse en nuevos enfoques de tratamiento para el asma en ancianos; además, nos permitirían documentar la necesidad de desarrollar un enfoque de tratamiento multidisciplinar para esta población de pacientes vulnerables”
“Hemos reunido un equipo multidisciplinar de expertos en psicología, medicina del comportamiento, gestión autónoma de enfermedades crónicas e inflamación con el fin de desentrañar los mecanismos íntimos que vinculan la depresión con los peores resultados del asma”, comenta Juan Wisnivesky, MD, profesor de medicina y medicina pulmonar de la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai. “Nuestro estudio quizá logre identificar nuevos objetivos del tratamiento del asma, y contribuir a desarrollar intervenciones conductuales de gestión autónoma”
El estudio se realizará con una muestra de 400 adultos angloparlantes e hispanoparlantes con asma persistente y mayores de 60 años, que reciban medicación para controlar el asma. La mitad de los participantes tendrán depresión grave. Tras una evaluación inicial, tendrán un seguimiento de control a los seis, 12 y 18 meses con evaluaciones reiteradas de depresión, inflamación y adhesión a la medicación. El estudio de cuatro años se lanzará en septiembre de 2019. (FUENTE Montefiore Health System)