Por Ma. Eugenia Méndez-Marconi
Museóloga. 
Docente, Ayudante del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes – 
Universidad de la República, Uruguay.
eugmend@gmail.com
El presente artículo se sustenta en algunos de los aportes del Maestro Torres-García, quien puso de manifiesto la Tradición de un Arte Universal. Un homenaje al Maestro en el mes de su nacimiento.

El arte de una cultura es una expresión sintética de la misma y –en muchos casos– de su cosmovisión; por lo cual, es de gran interés seguir el diálogo entre los artistas de tiempos y culturas disímiles, vislumbrando el entramado invisible que los une.

Más allá de los elementos formales, las obras de arte toman su sentido en un contexto cultural ya que comprenden también una función social que ha variado según los tiempos y las culturas.

Las culturas tradicionales –griega, egipcia, precolombinas, africanas, chinas, entre tantas otras- se caracterizaron por desarrollar su devenir diario en un denso entramado ritual, en el cual hasta los más ínfimos eventos tenían una contraparte en el cosmos, que se correspondía con inalterables realidades espirituales.

El arte moderno y post-moderno por el contrario, ocurre en sociedades profundamente carentes de mitos y por consecuencia “desritualizadas”; por lo cual, la obra de arte tiende a ser una singularidad por no funcionar en un contexto más amplio y profundo.

El arte ritual se mueve en el contexto del simbolismo de una cultura, lo que deviene en un arraigo cultural. Por el contrario, el arte actual se desarrolla de manera tal que las imágenes no comprenden un simbolismo arraigado en un lenguaje colectivo.

Pese a estas diferencias, que se han desarrollado por los cambios en la forma de vida del hombre y de sus creencias, el arte ha ido transformándose como manifestación de esto; sin embargo, existe un hilo invisible que conecta el verdadero arte de todos los tiempos, y por ende los hace pertenecer a una tradición sin tiempo que es Universal.

El Maestro Torres-García señala –en su criterio- cuál es el elemento común a toda verdadera obra de arte:

Estructura, quiere decir, reconocimiento de que en el fondo de todo reside la unidad. Fuera de ese concepto todo es fragmentario, sin base. […]

Una obra construida (ordenada según reglas) difiere en absoluto de toda obra que no lo sea; esto se constata con sólo verla. Tiene un centro invisible, algo que unifica todos sus elementos retenidos por una relación entre ellos […].” (Estructura, 1935, p. 17)

Desde las primeras manifestaciones conocidas del arte, en esencia fueron expresiones sintéticas y abstractas, donde la labor del creador trabajaba en lo puro de las formas; por ende, sea cual fuese la representación, el artista operaba en la armonización de los elementos formales absolutos, muchas veces desde una visión que tomaba algunos elementos directamente de la naturaleza. Dichas relaciones además de contener un sentido estético, moral y espiritual profundo, entraban en el plano de la geometría, el cual no refiere a una imitación sino a la idea de construcción.

En estas ideas trabajó el Maestro Joaquín Torres García en gran parte de su producción artística y teórica, en su incansable búsqueda de una tradición del arte de América precolombina y del arte en sí mismo. En su texto “Tradición del Hombre Abstracto” (1938) escribió las siguientes líneas que dan cuenta de su concepción:

“Tradición del HOMBRE ABSTRACTO tradición de construcción. El hombre de todos los tiempos: junto al prehistórico, junto al primitivo, junto al azteca y el inca, junto al egipcio y el griego -en la Edad Media- allí estaba. La civilización de las edades, pasando: de la caverna a la arquitectura, de la superstición a la Filosofía, de la fuerza de la Justicia. Tradición del saber, incrustada en la piedra, oculta en el símbolo, verdad ayer y hoy, como el Sol.

[…] Antaño; tradición del saber, vida en la totalidad.”

A partir de estás nociones, podemos hilvanar un contrapunto en el tiempo transversal en la historia de las diferentes culturas, que liga el Verdadero Arte de todos los tiempos en un mismo espíritu Universal.

Podemos tomar como ejemplo el arte de las cavernas de Lauscaux o Altamira –de tiempos prehistóricos-pinturas que han sobrevivido detenidas y preservadas en el tiempo. Estas pinturas nos permiten ver las simplezas de los trazos, y la concepción de forma en la representación; conteniendo una síntesis simbólica que connota el misticismo con el cual fueron realizadas.

Asimismo, las obras realizadas por los griegos, basadas en ideales de representación, en proporciones matemáticas, cánones (Praxíteles, Policleto, Lisipo, entre otros), con fundamentos geométricos, presentaban una concepción clara de las formas y los ritmos, en la búsqueda de una armonía en el conjunto; es decir, aplicando el ya señalado Principio de Estructura. Aspectos que se corresponden con el Arte Egipcio, en sus diferentes escalas -humana, monumental y cósmica-, connotando estos el valor de la trascendencia a la vida misma; con la diferencia en la figuración (en pintura y relieves) y el estilo, que de todos modos respondía a un orden plano.

En nuestro continente americano, culturas como Nazca, Chavín, y Tiahuanaco, por nombrar algunas, crearon sus obras en una misma esencia, lejana a la imitación del mundo material, pues también fueron concebidas desde la geometría de las formas, donde proporciones, puntos, líneas y colores, se relacionaban generando entramados compositivos construidos, de sólida estructura; tanto en la pintura, la cerámica, como los textiles y la arquitectura.

Artistas Modernos, cuyos nombres individuales conocemos –por nombrar algunos Cézanne, Matisse, el propio Torres-García y algunos de sus discípulos-, y algunas corrientes como el Cubismo, trabajaron también desde concepciones del arte que operaban con los elementos compositivos absolutos, cuya armonización devenía en la unidad de la obra, y por ende del Hecho Plástico; por sobre la representación.

Menciona Torres-García en la revista “Círculo y Cuadrado” (segunda época, número 5, 1937):

“Ordinariamente hablamos de Arte, así en general y con pronunciar tal palabra ya creemos que nos hemos entendido. Salga de su error quien tal piense.
[…] voy a establecer dos tipos de arte que, más o menos, agrupan todos los otros. Son éstos, el arte de tradición, el gran arte de todos los pueblos, el arte de los grandes estilos y épocas, el arte que podemos llamar Arte Humanidad; y después hay el otro, el arte chico, el arte individualista […].

El arte de tradición, y que también podría llamarse clásico es, como he dicho, el arte que plasma el sentido colectivo de los pueblos; y es el gran arte egipcio o caldeo, el chino o egeo o ya propiamente el griego; el gran arte Tolteca, Azteca o Maya y el de nuestro Continente, el Incaico; el Bizantino o el Gótico, etc. Este es el gran arte de tradición, sujeto a reglas hieráticas, fundamentado en una ancha cultura, religiosa y social, el arte por antonomasia.

El otro, no ya de tradición, como he dicho, sino circunstancial e individual, cuenta, aproximadamente unos cuatro siglos de existencia, pues su origen debemos buscarlo en el Renacimiento. […]”

En la obra del Maestro Torres-García y sus principales discípulos, existe una fuerte tensión surgida de las diferencias irreductibles de lo que el Maestro denominaba “pintura de caballete” y lo que él señalaba como la pintura en el contexto monumental, comprendiendo ésta una mayor abstracción y síntesis; y, asimismo, lo irreductible de la expresión individual del artista, con lo irreductible de las Leyes Universales del Arte.

Esta tensión de los opuestos se armoniza en las grandes obras de los maestros de la Escuela Constructivista Uruguaya; pues profundizando en la abstracción nunca dejaron -del todo- de lado la figuración; del mismo modo, manifestaron lo inédito de su alma sin omitir los fundamentos universales de su oficio.

Apreciar estas Grandes Obras Maestras atemporales nos implica un trabajo de observación y contemplación, que conllevan tiempos que en estas sociedades híper-dinámicas e híper-estimuladas por imágenes resulta difícil, pero deviene, como en otras épocas, en beneficio del Ser de cada persona, conectándose con la esencia misma que hace a estas piezas atemporales.


Imágenes extraídas de:
Puerta del Sol Tiawanako: https://www.bibliotecapleyades.net/arqueologia/esp_tiahuanaco7.htm
Sala hipóstila en el Gran Templo de Amon-Ra en Luxor: https://ar.pinterest.com/pin/704883779152328838/
“Arte Universal”, Joaquín Torres-García. Óleo s/tela, 1943:
http://mnav.gub.uy/cms.php?o=3881